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El autor del tiroteo que mató a dos periodistas de EE UU alegó motivos raciales

Vester Lee Flanigan, un ex empleado de la cadena CBS, disparó 15 veces contra sus antiguos compañeros. Graba el doble crimen, lo publica y luego se suicida

Momento en el que el asesino tirotea a los dos periodistas
Momento en el que el asesino tirotea a los dos periodistaslarazon

El periodista Vester Lee Flanigan, conocido como Bryce Williams, ha matado a tiros a dos ex compañeros, una periodista y un cámara, mientras informaban en directo.

El autor del tiroteo que mató a dos jóvenes reporteros en EE.UU. cuando realizaban una conexión en directo, el afroamericano Vester Lee Flanagan, alegó haber sido víctima de discriminación racial, algo que niegan sus ex compañeros y ex empleadores. En un documento de 23 páginas enviado por fax a la cadena ABC tras el tiroteo, indicó que su ira "había ido creciendo poco a poco"a causa de presuntos casos de discriminación racial y acoso sexual.

Vester Lee Flanigan, ex empleado de la cadena de televisión WDBJ7, filial de la CBS, firmaba sus reportajes como Bryce Williams. Hasta que hace dos años fue despedido. Ayer, mientras sus ex compañeros de la cadena, Alison Parker, de 24 años, y Adam Ward, de 27, grababan una entrevista en directo, Flaningan les descerrajó quince tiros. Con una mano empuñaba el arma; con la otra, el teléfono móvil. Lo grabó todo. Lo colgó en Facebook. La Policía encontró poco después a Flanigan en el interior de su coche, en el arcén de la ruta I-66, con una herida de bala. Habría intentado suicidarse. Fue ingresado en un hospital en estado crítico y moría horas más tarde. Eso sí, antes de dispararse encontró tiempo para colgar, en su cuenta personal de Facebook, el vídeo del crimen. Cincuenta y seis segundos de puro estremecimiento rápidamente eliminados de las redes sociales, aunque circulan por internet y salpican con sangre todas las tertulias.

En el vídeo puede apreciarse que nadie repara en Flanigan. Camina sigiloso por el exterior del centro comercial hasta situarse detrás de los periodistas. Ni ellos ni Vicki Gardiner, directora de la Cámara de Comercio Regional, a quien estaban entrevistando y que recibió varios impactos de bala, reparan en el individuo que se aproxima. Se toma su tiempo. Espera a que el camarógrafo deje de filmar una toma de exteriores y vuelva a centrar el objetivo en las mujeres. No se fía de su propia grabación. Quiere que el asesinato salga en antena, en directo, y no hay atisbo de remordimientos en su conducta. Apenas un frío cálculo del «share». Los disparos atruenan. Se escucha «Oh, Dios mío». Fundido a negro. En el estudio, la presentadora, que presenció la escena a través de la cámara de Ward, está boquiabierta. Horrorizada. «No sabemos que ha sido eso», dice, «pero informaremos en cuanto tengamos alguna noticia», concluye.

Poco después la WDBJ7 recibió un fax de 23 páginas. Firmaba el propio Flanigan. En ellas, según informó a última hora de ayer la cadena FOX, Flanigan aseguraba que el doble asesinato era en venganza por los crímenes de Charleston. En uno de los últimos tuits publicados por el ex periodista, asegura que «Alison hacía comentarios racistas» y se queja de que no fuera despedida. Mientras el director de la cadena local, Jeff Marks, duda de que el criminal se hubiera cruzado jamás con sus víctimas, el novio de Parker, Chris Hurt, de 27 años y presentador de la cadena, escribió en Twitter que «no lo habíamos querido hacer público, pero Alison Parker y yo estábamos muy enamorados. Nos habíamos ido a vivir juntos. Queríamos casarnos. Estoy paralizado». «Llevábamos juntos nueve meses, los mejores nueve meses de nuestra vida». Ilustra los mensajes con una fotografía en la que ambos posan para una fiesta. Él, de etiqueta; ella, vestida de noche. «Acabábamos de celebrar su veinticuatro cumpleaños».

Ward, el cámara asesinado, también era pareja de otra empleada de la cadena, la productora Melissa Ott. Sus compañeros, amigos y jefes lo describen como un todoterreno. Siempre dispuesto a coger los bártulos, a salir zumbando para buscar noticias. «Era nuestro chico para todo», ha explicado a la CBS el portavoz de la WDBJ, Mike Morgan, «estaba disponible para cualquier cosa que le pidiéramos. Hizo tomas para nuestro programa durante varios años».

Dice Jeff Marks que Flanigan nunca había coincidido con sus víctimas durante el tiempo que estuvo empleado por la WDBJ7. «No exagera al decir que eran las dos personas más dulces y amables que trabajan con nosotros», añadió. Su comparecencia en directo, dos horas después del doble asesinato, fue comedida a pesar del hado de fatalidad que envolvía el plató. Sin embargo, entrevistado por otra cadena, no supo decir si quería a Flanigan «vivo o muerto». También ha insinuado que lo despidieron por problemático. Cuando le dieron el finiquito, siempre según su versión, llamaron al personal de seguridad para escoltarlo a la calle. Desde entonces, 2013, apenas se le conoce otra cosa que un vídeo resumen que montó en YouTube para que el mundo viera su trabajo periodístico. Según la CBS Parker había rematado un reportaje sobre abuso infantil. Estudió en la Universidad James Madison, donde dirigió el periódico de la facultad, «The Breeze» (La Brisa). «Era una entusiasta del kayak y asistía al teatro en su tiempo libre». «Vivía a las afueras de Martinsville (Virginia)».

Los dos periodistas murieron de forma instantánea. Cayeron por el plomo de un loco al que muchos buscarán coartadas laborales y/o socioeconómicas. Apenas tuvieron tiempo para destacar en el oficio que los había embrujado. La muerte llegó en la plataforma de madera de un centro comercial en Smith Mountain Lake, en el pueblo de Moneta, no lejos de Roanoke, donde se encuentran los estudios de la WDBJ7. A su asesino lo enloquecían los gatitos. Su Facebook estaba repleto de vídeos con felinos juguetones, haciendo diabluras. El último, empero, no fue un cortometraje con mininos que ronronean. El último es del crimen.

Este escalofriante episodio ha vuelto a poner sobre la mesa el problema del control de armas en Estados Unidos. En la tierra de las libertades hay 270 millones de armas en manos de civiles y menos de 900.000 en manos de la Policía. Más de 30.000 personas mueren al año por impacto de bala. Cuando el pasado junio Dylann Roof, supremacista blanco de 21 años, admirador del KKK, asesinó a nueve personas, incluido el senador estatal Clementa C. Pinckney, en el interior de la iglesia Emmanuel (Charleston, Carolina del Sur), el país retomó el viejo debate sobre las armas. El presidente Obama, exasperado, dijo durante el funeral que «en algún momento Estados Unidos tendrá que reconocer que este tipo de violencia no se da, y desde luego no con esta frecuencia, en el resto de países desarrollados».

Pero Obama abandonará la Casa Blanca sin haber logrado ningún avance al respecto. Dio igual que Roof, con antecedentes penales, hubiera burlado con facilidad el National Instant Criminal Background Check System, el sistema que emplea el FBI para impedir que los criminales puedan comprar un arma. Tampoco llegaron controles más estrictos después de que un chico de veinte años, Adam Lanza, asesinara a veintiséis personas, veinte de ellas niños, en la escuela primaria de Newtown (Connecticut), en 2012. Todo lo más fueron instalados detectores de metal en las entradas de las escuelas. El Gobierno volvió a reiterar ayer la urgencia de leyes sobre las armas.

Se da la circunstancia de que otro periodista de la cadena, Chris Hurst, era novio de la joven fallecida y ha mostrada a través de twitter su consternación.

We didn't share this publicly, but @AParkerWDBJ7 and I were very much in love. We just moved in together. I am numb. pic.twitter.com/tUrHVwAXcN

El lugar del tiroteo, en el suroeste de Virginia y unos 350 kilómetros al sur de Washington, no es una zona con un índice criminal particularmente alto y está a unos 40 kilómetros de la población de Roanoke, donde tiene su sede la WDBJ-TV.

Las escuelas de la zona han restringido los accesos a sus instalaciones durante el día de como medida de seguridad.