Guerra en Afganistán

Trump envía más tropas a Afganistán y aplaza la retirada

Otra promesa electoral aparcada. Tras escuchar a los expertos, el presidente decide redoblar su lucha «hasta vencer a los terroristas». En ningún caso, asegura, luchará por mantener la democracia en el país

El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su discurso
El presidente de EEUU, Donald Trump, durante su discursolarazon

Otra promesa electoral aparcada. Tras escuchar a los expertos, el presidente decide redoblar su lucha «hasta vencer a los terroristas». En ningún caso, asegura, luchará por mantener la democracia en el país.

En directo desde la base militar de Fort Meyer (Virginia). Delante de las cámaras, circunspecto y sin descuidar ni por un segundo las indicaciones del guión. Así compareció Donald Trump en su primera gran alocución al país desde que alcanzó la presidencia y así, con desacostumbrada disciplina, desveló la nueva táctica de EE UU en Afganistán y Asia. Pero la solemne declaración apenas si ofreció pistas, no digamos ya cifras más allá de constatar la voluntad de no abandonar Afganistán en el futuro inmediato. Ni informó del número de efectivos con los que incrementará su presencia militar –aunque fuentes del Pentágono hablan de 4.000 soldados que se sumarán a los 8.400 ya desplegados–, ni especificó en base a qué objetivos actuarán sus tropas. «Atacaremos», dijo, para añadir que el apoyo estadounidense a Kabul estará lejos de constituir un cheque en blanco. Washington «no está para mantener democracias», dijo, por lo que instó al Gobierno local a fortalecerse y, tal vez más adelante, «puedan iniciarse negociaciones políticas que incluyan a los talibanes».

Habrá contrapartidas, aunque no quedaron muy claras más allá de confirmar que finalmente ganaron el lance los militares. Perdieron los consejeros salientes, con el ya caído Steve Bannon, gran valedor de un aislacionismo que revertiera década y media de aventuras por los vertiginosos picos del Hindu Kush. Bannon apostaba por sacar a las tropas y sustituirlas por una amalgama de contratistas y mercenarios privados, a sueldo del Pentágono, y operaciones especiales bajo la dirección de la CIA. Pero la Central de Inteligencia, por boca de su director, Mike Pompeo, no lo tenía claro. Tampoco los generales que rodean a Trump, como John Kelly (jefe de Gabinete), James Mattis (secretario de Defensa), H.R. McMaster (consejero de Seguridad Nacional) y Joseph Dunford (jefe del Estado Mayor Conjunto) creían en la posibilidad de abandonar Afganistán a los talibanes, curtidos en décadas de guerra, entrenados en origen por las fuerzas especiales de EE UU y bien financiados por el siempre boyante tráfico de estupefacientes. Tampoco les parecía sensato repetir la jugada de Irak, cuando el país quedó a merced de varias docenas de organizaciones terroristas. Todos ellos han combatido en Afganistán, y el general Kelly incluso perdió a un hijo. De ahí que en medios como la CNN hablen de cuentas pendientes y, casi, de un asunto personal. De alguna forma, los veteranos militares se habrían juramentado para contrarrestar la retórica aislacionista. Consideraban crucial que el presidente cambiase su punto de vista, más cercano a Bannon, y reforzara las acciones militares en Afganistán, que a partir de ahora, dijo Trump, disfrutarán de más independencia para actuar cómo y cuándo quieran sobre el terreno. Lo que fuera con tal de no reeditar la debacle iraquí, cuando, tras la salida de sus tropas, las fuerzas armadas locales fueron barridas por la insurgencia local, creando un paraíso terrorista que alteraría de forma irrevocable el tablero geoestratégico mundial.

«Mi instinto original era retirarme, y a mí siempre me ha gustado seguir mis instintos», reconoció Trump, «pero una retirada precipitada crearía un vacío para los terroristas, incluyendo el Daesh y Al Qaeda, y lo llenarían instantáneamente, tal y como sucedió antes del 11 de septiembre. Y como sabemos, en 2011, EE UU se retiró de forma apresurada de Irak, con el resultado de que todo lo que habíamos ganado volvió a caer en manos de los terroristas».

Sus palabras contrastaban violentamente con su viejo mantra contra la ocupación estadounidense de Afganistán. «Hora de salir de Afganistán», escribió en Twitter en 2012. «Estamos construyendo carreteras y colegios para gente que nos odia». Fue una de sus banderas más características, guiada por la feroz desconfianza hacia los aliados exteriores y el convencimiento de que el país dilapidaba recursos en guerras que no pueden ganarse. Al menos hasta que el sanedrín de generales le convenció para seguir una ruta que, en palabras de Julie Hirschfeld y Mark Lander, de «The New York Times», «en esencia no será tan diferente a la de Obama, y estará basada en la combinación de la fuerza militar y la presión diplomática sobre Pakistán». Eso, tal y como enfatizan los reporteros del «Times», el mensaje de Trump llega envuelto con una oratoria bélica mucho más agresiva que la que empleaba Obama: «No estamos aquí para construir naciones. Estamos para matar terroristas».

En esta línea, amenazó al «aliado» Pakistán, al que amenazó con cortar toda ayuda si no combate «inmediatamente» a los terroristas que EE UU persigue en Afganistán y encuentran en su territorio un santuario. «Les hemos pagado miles de millones de dólares y ellos acogen a los terroristas a los que combatimos», acusó Trump.

«Mientras siga habiendo un soldado americano en nuestro país, continuaremos nuestra yihad», respondió el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, pocas horas después de la alocución de Trump. Conviene recordar, al hilo de sus palabras, que la guerra ha ocasionado cerca de 100.000 víctimas entre los afganos y no menos de 4.000 entre los miembros de la coalición internacional. Eso por no hablar de los 15.000 militares soviéticos y los cerca de 100.000 afganos que perecieron durante la guerra entre 1978 y 1992. A punto de cumplir 17 años, la guerra más larga en la historia de EE UU añadirá nuevos capítulos a su cruel singladura. «Los asesinos necesitan entender que no tienen dónde esconderse», zanjó el Trump más presidencial y contundente en mucho tiempo, para añadir que «ningún lugar está más allá del alcance del poder y las armas estadounidenses. La retribución será rápida y poderosa».