Moda

El derecho a decidir

Lomana luciendo una casaca a la última moda
Lomana luciendo una casaca a la última modalarazon

Estoy superando la vuelta del verano todavía un poco enfurruñada; vivimos entre el sol y el frío, pero me resisto a quitarme la ropa y la cara de verano, porque como dice Marta Boira, «en verano te miras al espejo y piensas estoy hecha un pibón, morenita, cuerpo tonificado y casi siempre con un nuevo amor de transición que te alegra la vida...». Bueno, pues a los quince días de estar en Madrid ya no me soporto, pienso: debería ir al gimnasio, pero no me da la gana. La piel está pagando los excesos del sol, pues que se aguante... y siempre me ronda volver a la playa y al sol de donde nunca debí marcharme. Respecto al amor, suelo enamorarme de hombres que no son españoles, así que después del verano cada uno volvemos a nuestros sitios y asunto más o menos terminado. Yo andaba tonteando con un italiano, de aspecto estupendo, un señor elegantísimo. Tengo propensión a idealizar e imaginar lo que me gustaría que en realidad fuese y casi nunca es. Lo que suelen llamar la cristalización del amor. Quedamos en Milán. La primera noche, en el jardín del Four Season, que es un oasis en el centro de la ciudad. Me puse divina y dispuesta a seducirle fuera del entorno playero. Me aburrí bastante, me pareció un personaje sin alegría de vivir, sin emoción. Pero lo achaqué a la timidez... El segundo día terminamos en su casa: todo muy bien, pero al salir de ella y llegar a mi hotel sabía que se me había caído el personaje... No se lo van a creer pero cuando estábamos en ese placentero momento de después... Empezó a enumerar los horarios de misa en el Duomo y sentí que iba a salir corriendo a confesarse. Casi me da un ataque de risa. Seguro que puede ser un estupendo y católico padre de familia pero no es lo que me interesaba en ese momento. Volví a Madrid como liberada.

Algo que me produce una enorme pereza es la palabra «feminista» y este otoño el feminismo arrecia. Libros que hablan de mujeres arrepentidas de ser madres. Otras que viven en un tumulto interior de contradicciones. ¿Por qué una feminista se siente mal si le gusta el rosa, pintarse los labios o ponerse tacones? ¿Por qué una mujer debe marcar las pautas a otra sobre cómo ser una buena feminista? ¿ Por qué el cuerpo de la mujer genera posiciones muy distintas respecto a asuntos que solamente a ella compete, como es el tema del aborto o la gestación subrogada? Yo estoy absolutamente de acuerdo en la protección de la vida del concebido y también de la mujer embarazada, de la misma forma que defiendo la gestación subrogada. Sólo somos las mujeres las que tenemos que decidir y creo que tener puntos de vista diferentes sobre un tema como, por ejemplo, este no hace menos feminista a un sector o a otro. Sólo son puntos de vista diferentes. Lo que de verdad interesa es el poder de la mujer dentro de la sociedad y la igualdad de género en todos los ámbitos sociales.

Otra discusión que me parece estéril es la del género gramatical... Feminizando todo aunque resulte fuera de lugar y ridículo. Por la misma razón, al decir las «células madre» también deberíamos decir las «células padre» o la madre patria y el padre patria. Teniendo tantos problemas verdaderamente importantes como la igualdad de los distintos tipos de familia, que es una realidad guste o no, hay que regular lo que ya es un hecho. Nadie puede negar por su condición sexual el derecho inalienable de dos hombres que se aman a formar una familia. Por lo demás, mi semana comenzó con una espectacular puesta en escena en la plaza de España de Sevilla, donde la revista «Escaparate» entregó sus premios. Términé con fiestón de Rolex y la joyería Rabat en el renovado Florida Park. La vida sigue y procuremos que de la forma más alegre y positiva, sea invierno o verano.