Toros

Sevilla

El Juli: «¿Mi profesión frustrada? Psicólogo o médico»

Fue niño prodigio y ahora padre por partida triple. Dice que se harta a sidra en los días de vacaciones y nada como perderse allá por Argentina o México, pero es hombre de campo atrapado por una pasión: «Desgraciadamente mi felicidad está en un lugar muy arriesgado, pero donde más feliz he sido es en la plaza».

El Juli
El Julilarazon

Fue niño prodigio y ahora padre por partida triple. Dice que se harta a sidra en los días de vacaciones y nada como perderse allá por Argentina o México, pero es hombre de campo atrapado por una pasión: «Desgraciadamente mi felicidad está en un lugar muy arriesgado, pero donde más feliz he sido es en la plaza».

Parece otro en la calle: Julián López «El Juli» en los carteles, esta vez a las puertas del Hotel Palace de Madrid, con camisa y vaqueros, relajado y lejos de los ruedos. Un huracán se convierte en ellos a pesar de la veteranía, los años pasan. Habla de todo. También de los miedos, las cornadas, y de aquella con la que todavía libra una vieja batalla. Tienen, los aficionados en general, otra entre manos, y asfixiante, el duelo político con la reciente prohibición balear que vuelve a poner la fiesta contra las cuerdas.

–¿Qué opina de la artimaña balear para acabar con la tauromaquia?

–Lo de Palma es totalmente ilegal. Poco más hay que decir, sólo esperar a que el Gobierno aplique la ley.

–¿Qué teme más, a un antitaurino o a un político?

–A un político. El político ha creado muchos antitaurinos. El toreo desgraciadamente se ha politizado, ha habido un oportunismo tremendo. Los políticos juegan una baza con la tauromaquia y no es de ellos, es del pueblo, de quien la quiera ver, no es de derechas ni de izquierdas.

–¿Los toros se acaban?

–No creo que se acaben. Creo que la tauromaquia es muy rica, la menospreciamos. En Madrid durante más de 30 días han ido a la plaza 20.000 personas y a nivel rural es impresionante. Los números de la tauromaquia son muy potentes y por encima de los números... Ver torear emociona y acabar con la emoción es muy difícil.

–¿Qué le diría a un anti?

–Hay muchos tipos de antis. Es un mundo complejo y partiría de la base del respeto y del entendimiento con quien no le gusten los toros. Entiendo que la parte dura de la Fiesta les resulte tan fuerte que no les deje ver lo que verdaderamente es la tauromaquia, pero hay mucho falso animalismo y mucho desconocimiento de la tauromaquia y posicionarse en contra es ser moderno o progre y el toreo no lo hemos inventado ayer y no es normal que durante 300 años haya una actitud cordial y que en cinco estemos viviendo este cambio político.

–Por estas fechas las playas se llenan de gente y ustedes se juegan la vida. ¿Quiénes son los normales?

–Hay gente para todo, como dice el dicho. La verdad es que los toreros vivimos un poco a destiempo, en vacaciones es cuando más actividad profesional tenemos y luego es a la inversa.

–¿Cómo son las vacaciones perfectas?

–Hay muchos tipos de vacaciones y desde que eres padre cambia mucho el sentido. Ahora estoy muy cerca de los niños y es lo que más me alimenta.

–¿Se acuerda de cómo era la vida antes?

–Sí, viajar y conocer mundo era una de las cosas más divertidas.

–¿Qué tiene prohibido antes de salir a la plaza?

–Prohibido nada. Otra cosa es tu responsabilidad. Pero yo me prohibo ir a torear como quien va a trabajar, hay que pasar miedo, incertidumbre, si no luego no te expresas igual.

–¿El miedo se puede compartir?

–Yo no lo comparto. No me parece que sea trasladable a nadie, lo tengo que vivir yo y de alguna manera disfrutarlo.

–¿Qué le saca de quicio?

–Llegar tarde, que no me dé tiempo a vestirme relajado o llegar con prisas a la plaza... la impuntualidad.

–¿Hace dieta?

–En la pretemporada. Luego ya en temporada me libero más de cuidarme y empiezo más flaco que acabo; al revés de muchos compañeros que con el desgaste adelgazan.

–¿Qué le pierde para saltarse la dieta?

–El chocolate es mi debilidad, la pasta, los guisos, un buen vino, me gusta comer.

–¿Con qué se maneja bien entre fogones?

–Con nada, negado para la cocina. Cocina rápida y fuera.

–¿Hay un color de la buena suerte?

–Hay colores que te hacen sentir mejor.

–¿Y de la mala suerte?

–Respeto el amarillo por los compañeros y no lo toco por no molestar.

–¿Al miedo se le evade o se le habla de tú a tú?

–No siempre es la misma relación y no siempre ganas tú. A veces el miedo te gana y te imposibilita quitarte ese instinto de conservación que tanto limita a los toreros. Pero hay veces que le ganas, le hablas de tú a tú y le superas. Y otras veces la mejor pelea es la que no se tiene.

–¿Qué se escucha en una plaza?

–Se escucha todo, pero a veces no tienes que escuchar voces para saber lo que está pasando.

–¿Qué es lo peor que le han dicho?

–Lo que más duele es la indiferencia, el ni fu ni fa. Las críticas son ocasionales, las malas tardes nos pasan a todos. Pero el querer y no poder son de las peores sensaciones de cara al público, la impotencia, no ser capaz de ser lo que eres.

–¿El amor propio es infinito o se acaba la gasolina?

–Hay personas y personas y uno no está siempre en la misma escala. Hay ocasiones que lo tienes a flor de piel y hay otras veces que, como en el mus, pasas.

–¿Hay olvido para las cornadas?

–Para algunas sí, otras no y en particular una me está pasando factura y dudo de que la pueda olvidar.

–¿Se le aparece?

–Sí, son momentos que se te vienen a la cabeza, no lo puedes controlar y se te hace imposible hacer la tauromaquia. Con la cornada de Sevilla ocasionalmente se me viene a la cabeza y cuando se me viene toreando soy absolutamente incapaz. Y es una cosa que no se quita, tengo metido el recuerdo y de pronto hay una embestida que me recuerda a eso. Cuando llega esa embestida me descompongo.

–¿Y sintiendo eso cómo se puede volver a vestir de torero?

–Pues es lo que verdaderamente emociona, que teniendo todas estas cosas en la cabeza, el torero sea capaz de asumir volver a pasar otra vez por eso y llegar a torear con más entrega que nunca.

–¿Ser torero es una trampa emocional?

–Es una trampa total. Creo que en la cabeza soy mejor torero que en el ruedo y eso es una frustración tremenda. Creo que veo más de lo que hago y es doloroso.

–¿Qué ve y no hace?

–Hay momentos que visualizo la faena y no consigo llegar a ella. Creo que cuando los toreros están al cien por cien los toros te dan infinitamente; la entrega muchas veces es física, es del corazón.

–¿Y sale satisfecho de la plaza?

–Cuando me siento salgo satisfecho, aunque no sean las obras más redondas.

–¿Qué le asusta a El Juli?

–La educación de mis hijos, la estructura familiar, la integridad física de mi familia, me da miedo y me descontrola un poco.

–¿Le ven sus hijos?

–En la plaza, no, en la tele alguna vez y en el campo mucho. Es impresionante la naturalidad con la que un niño ve la tauromaquia cuando la viven en casa desde niño.

–¿Qué dice el toro con la mirada?

–El toro dice de todo y cosas muy distintas. Hay toros que dicen que des el paso y hay toros que te dicen que no lo des, que no te escapas. No sé cuántas corridas llevo, alrededor de 1.600 o así, pero todos los toros me enseñan cosas.

–¿Compite con sus compañeros?

–Sí, pero es una competencia interna. A veces dicen que los toreros nos pegamos abrazos, yo quiero a compañeros míos, los tengo mucho aprecio, aunque quiero ser mejor que ellos en la plaza, pero que ellos estén mal a mí no me hace más grande como torero. Los tiempos han cambiado y a veces se hace mucha demagogia barata con la competencia. Ahora hay toreros que rivalizan mucho y que tienen un nivel de compromiso con la Fiesta que sinceramente creo que en otras épocas no se ha tenido.

–¿A quién le tiene ganas?

–El torero que más me ha motivado ha sido José Tomás, pero quizá ahora los toreros que más me motivan son los jóvenes porque tú juegas como el torero que ya han visto muchas veces y el favor de alguna manera juega de su parte y ese reto es muy bonito.

–¿Cómo se celebra el triunfo?

–Cena con familia y casi siempre no hablas de la tarde. Se quedan pequeñas las palabras para las sensaciones.

–¿Cuál fue la tarde para el olvido?

–Ha habido muchas, pero no diría las trágicas, quizá las de Madrid en las que me he sentido pequeño por no ser capaz de superar esa sensación de atenazamiento.

–¿Cuál es el momento top del miedo?

–El patio de cuadrillas. Tienes los pensamientos más complicados y a la vez tienes que atender a la gente. Necesitas concentración y no la puedes tener. Te descoloca mucho porque sientes que se te está yendo el momento.

–Si en ese momento le pregunto si tiene miedo, ¿lo reconoce?

–Con el tiempo he aprendido a reconocer hasta lo más vulnerable de mí. No tengo pudor en decir la verdad.

–¿Su profesión frustrada?

–Psicólogo. O médico.

–¿A qué se hincha en verano?

–En los días de vacaciones a sidra.

–Discúlpeme que pase al drama, pero como profesional ¿cómo se asume las tragedias de Iván Fandiño o Víctor Barrio?

–Mal. Doloroso. Nosotros convivimos con la muerte, pero no le damos el verdadero sitio que tiene porque quizá nos costaría mucho torear. No solemos pensar que nos pueda matar un toro. Te pega un golpe de realidad demasiado duro y te hace replantearte todo. Y hay una pregunta muy importante que hay que hacerse todos los días, ¿Y por qué? Porque para torear tiene que haber un por qué. Si no hay respuesta no te puedes jugar la vida porque no merece la pena. No hay dinero que pague ponerse delante del toro para perder todo lo que tienes.

–Dice eso pero mañana volverá a un ruedo.

–Sí, porque lo necesito para vivir, es el único sitio donde puedo ser yo, donde soy feliz. Desgraciadamente mi felicidad está en un sitio muy arriesgado, pero el lugar donde más feliz he sido en mi vida es en la plaza. El resto tiene otra escala.

–Entonces, con esa perspectiva, ¿asusta la retirada?

–Mucho. Sé que el día que no pueda torear mi vida estará vacía y me asusta. Hay una parte de mí que el día que no toree se va a morir.