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La confesión de Pujol: año I

Doce meses después de admitir una fortuna sin declarar en el extranjero, no hay ni rastro de la herencia y toda la familia está imputada, salvo Josep

En el aniversario de la confesión de su fortuna oculta Jordi Pujol y su esposa abandonaron ayer el domicilio familiar en Barcelona para empezar sus vacaciones
En el aniversario de la confesión de su fortuna oculta Jordi Pujol y su esposa abandonaron ayer el domicilio familiar en Barcelona para empezar sus vacacioneslarazon

Doce meses después de admitir una fortuna sin declarar en el extranjero, no hay ni rastro de la herencia y toda la familia está imputada, salvo Josep

La tarde de tal día como hoy hace un año, 25 de julio de 2014, festividad de Santiago Apóstol, patrón de España, se iba a producir un auténtico terremoto político que tenía su epicentro en el nacionalismo catalán, y, en concreto, en Convergència Democrática de Cataluña. Y no porque Artur Mas eligiera ese día para apartar definitivamente a Oriol Pujol y colocar a Josep Rull al frente de CDC, sino porque Jordi Pujol i Soley, el «virrey» de Cataluña y quien presidió la Generalitat durante nada menos que 23 años, remitía un comunicado a distintos medios de comunicación en el que venía a reconocer que su familia tuvo en el extranjero una considerable fortuna sin declarar, procedente de la «herencia» de su padre, Florenci Pujol i Brugat, fallecido en septiembre de 1980.

Poco más de 550 palabras, en catalán y castellano, que conmocionaban Cataluña. «Lamentablemente no se encontró nunca el momento adecuado para regularizar esta herencia, como sí han podido hacer el resto de personas que se encontraban en una situación similar en tres ocasiones excepcionales a lo largo de treinta años de vigencia del actual sistema tributario. Finalmente ha sido en estos últimos días cuando los miembros de mi familia han regularizado esta herencia», justificaba Jordi Pujol por haber mantenido opaco al fisco una fortuna, de la que aún hoy se desconoce su número de ceros.

Pese al aparente gesto de sinceridad del ex «molt honorable», las dudas sobre su confesión siguen estando presentes, por la sencilla razón de que en el testamento de su progenitor no había ni rastro de esa fortuna; y ese pequeño «detalle» trató de solucionarse a posteriori especificando que no era una herencia, sino un «legado». Hoy, cuando se cumple el primer aniversario de la caída de quien hasta entonces había sido considerado un prócer del nacionalismo catalán, sigue sin haber rastro del dinero oculto ni documentación que acredite el legado, salvo un presunto documento manuscrito. Todo sigue igual, excepto un dato relevante: toda la familia está imputada en distintos procedimientos judiciales, excepto Josep, quien, de momento, sólo está siendo investigado por el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz por cohecho, falsedad y tráfico de influencias. El resto deberá rendir a cuentas a la Justicia, pese a que Jordi Pujol pensó, probablemente, que con su tardía confesión estaba protegiendo al resto de miembros de la familia.

Pero nada más lejos de realidad. El comunicado pasó por ser un indicio más de que la familia política más famosa de Cataluña no había sido todo lo ejemplar que se presuponía. Y acabó desencadenando en una catarata de investigaciones judiciales en Madrid y Cataluña con sus descendientes como tristes protagonistas. Levantaba la veda de querellas el sindicato Manos Limpias. Sólo tres días después de la confesión, denunciaba en el juzgado de instrucción número 31 de Barcelona al ex president de la Generalitat por delito fiscal, blanqueo de capitales, cohecho y tráfico de influencias, pero también a su esposa, Marta Ferrusola, por cómplice de los citados delitos. Cinco meses después de la sorpresiva confesión, acabarían imputados no sólo el matrimonio, sino también tres de sus hijos: Marta, Mireia y Pere, porque resultaba sospechoso que no se aportase «ninguna documentación» que acredite esa disposición testamentaria «de más de treinta años atrás». El desfile ante la jueza, entre gritos de «chorizos», se produjo el 27 de enero. Y sobre el resto de miembros, la instructora no cerró la puerta a que la investigación aflorase que hubiesen dispuesto también de fondos, siempre y cuando no estuviesen siendo investigados en otros juzgados.

Y vaya si lo estaban. Al margen de Oriol Pujol, destinado a ser el sucesor, y cuya imputación en la trama de las ITV ya venía de lejos, a los tres restantes miembros de la familia se les investiga en la Audiencia Nacional por diferentes motivos. Oleguer Pujol declarará después de verano por fraude fiscal y blanqueo por la compra de un hotel con fondos de origen desconocido y la adquisición de 1.152 oficinas del Banco Santander por 2.000 millones de euros. En cuanto a Jordi Pujol Ferrusola, la Agencia Tributaria sostiene que, entre 2004 y 2012, realizó 118 movimientos desde tres bancos para enviar 32 millones de euros en distintas divisas a trece países como Suiza, las islas Caimán, Gabón y Liechtenstein. Y, por si fuera poco, la UDEF ha puesto recientemente el punto de mira en Josep, único no imputado formalmente, al hallar indicios de cohecho, tráfico de influencias y falsedad documental en el pago en 2007 de cuatro supuestas comisiones que suman 114.434 euros –y que habrían sido enmascaradas como asesorías inmobiliarias– a tres empresas controladas por los tres últimos hijos del ex president citados.

Paralelamente a los procedimientos judiciales, todos los miembros de la familia Pujol han tenido que desfilar por un Parlament que acaba de reprobar al ex president por haber «escondido de las autoridades tributarias» fondos en el extranjero. El patriarca, para abroncar y despreciar a los parlamentarios que le cuestionaron por su fortuna. Y el resto de miembros, para negar las malas prácticas y del supuesto botín familiar de los que jueces, Agencia Tributaria o UDEF tienen sospechas. Este ha sido el año I tras la confesión de Pujol. Nadie se atrevería a asegurar que el segundo sea menos movido.