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Investidura el 30 de agosto o terceras elecciones en Navidad

Mariano Rajoy se presentará en el Congreso con 169 diputados después de negociar con Ciudadanos. Presionará a Sánchez para evitar una nueva cita con las urnas el 25 de diciembre

Mariano Rajoy y Albert Rivera al comienzo de la reunión
Mariano Rajoy y Albert Rivera al comienzo de la reuniónlarazon

Mariano Rajoy se presentará en el Congreso con 169 diputados después de negociar con Ciudadanos. Presionará a Sánchez para evitar una nueva cita con las urnas el 25 de diciembre

En una trepidante jornada, una vez más Mariano Rajoy manejó los tiempos. En su reunión con Albert Rivera quebró de cuajo los titulares de Pablo Iglesias y los demás líderes de la izquierda, que dejaban a Pedro Sánchez al descubierto. Su entrevista con el líder de Ciudadanos, la aceptación de los llamados «seis mandamientos» y, sobre todo, el acuerdo sobre una calculada fecha de investidura, avanzada por este periódico entre el 30 y 31 de agosto, dejaban de nuevo a Sánchez a los pies de lo caballos. Y mucho más, cuando el grupo socialista amenazaba un día antes a la presidenta del Congreso de los Diputados, Ana Pastor, con una moción conminatoria sobre la fecha de investidura. «No ha hecho falta y han caído en el ridículo», advierten veteranos diputados que critican este comportamiento.

Tras su encuentro con Rivera, el presidente en funciones llamó a Pastor para comunicarle la fecha de investidura. De nuevo, el PSOE se quedaba sin argumentos. Y será a finales de este mes cuando arranque ese pleno, que tendrá su día clave el mes siguiente, el 2 de septiembre, en la segunda votación. La jugada no permite cantar victoria. Rajoy acude a la investidura con 169 votos –puede lograr uno más de Coalición Canaria–, pero pone a Sánchez contra las cuerdas.

En el PP tienen asumida una primera derrota el 30 de agosto, «y todo queda abierto a la segunda del 2 de septiembre». Si Pedro Sánchez persiste en su negativa, todo indica el escenario de unas nuevas elecciones, cuyo calendario ni siquiera Rajoy ha podido comentar con Sánchez.

Convencer a Albert Rivera para el voto afirmativo, algo ya encarrilado, y forzar al PSOE para que un puñado de diputados se abstengan en la investidura de Mariano Rajoy, sigue siendo el intento desesperado de los grandes empresarios del país para desatascar la situación. De lo contrario, el horizonte electoral recae en plena Navidad y una responsabilidad histórica en Pedro Sánchez.

El cálculo de la fecha, pactada entre Rajoy y Rivera, pone contra las cuerdas al peor líder del PSOE en toda su historia. Dicho por muchos dirigentes que, si no dan un paso adelante, verán la soga al cuello de un partido ahora irreconocible. De momento, Mariano Rajoy vuelve a ganar la baraja.

Digerir el «caso Bárcenas», un buen paquete de reformas económicas que puedan venderse ante Europa y la defensa de la unidad de España han sido claves en las conversaciones entre Mariano Rajoy y Albert Rivera para una investidura y un posible gobierno de legislatura. Según fuentes de las negociación entre ambos líderes, la revelación de Pablo Iglesias sobre su contactos con Sánchez fueron un gran detonante. Las tibias declaraciones de los socialistas sobre la candidatura de Arnaldo Otegi y su lista de etarras en el País Vasco fueron la puntilla. «Si en algo coinciden Rajoy y Rivera sin fisuras es en la unidad de España», aseguran dirigentes del PP y de Ciudadanos.

Desvelar sus contactos secretos con Podemos (luego desmentidos de cara a formar un Ejecutivo alternativo y progresista) y los separatistas, lo que explica su vergonzosa ambigüedad sobre la candidatura de Otegi en las elecciones vascas, revela un gesto de inusual deslealtad hacia su propio Comité Federal.

Y es que tratar de impedir unas nuevas elecciones y frenar en seco el acuerdo soterrado de Pedro Sánchez con Podemos y los partidos separatistas ha sido el acicate principal del acuerdo entre Mariano Rajoy y Albert Rivera.

Tras la constitución de la Diputación Permanente del Congreso se encendieron todas las alarmas. Iglesias aseguraba que había hablado con Sánchez para una alternativa de izquierdas contra Rajoy, el líder valenciano de Compromís ratificaba lo mismo, e incluso los representantes de la antigua Convergència y el PNV. Aunque, eso sí, desde el PSOE lo negaron. «Hasta aquí hemos llegado», decían algunos dirigentes regionales socialistas hasta ahora callados ante la estrategia del «no» a Rajoy, pero en pie de guerra ante un hipotético pacto con Podemos y los secesionistas. Algo que también prohibió tajantemente el Comité Federal, pero que Sánchez ha ignorado en un «gesto desleal» sin precedentes, en palabras de algunos barones territoriales. Una cosa es negar la abstención a Rajoy y otra caer en los brazos de quienes buscan romper la unidad de España.

Según ha sabido este periódico, en estos momentos el enfado de muchos barones es enorme y lo único que se negocia, aunque públicamente lo niegan, es el posible equilibrio territorial de los diputados ausentes en una segunda fase de investidura. Una primera votación en contra y una ausencia calculada en la segunda es la baraja que ahora está sobre la mesa.

12 horas para que Sánchez rechazara reunirse con Rajoy

Fue el martes a las 22:00, cuando el jefe de gabinete de Rajoy, Jorge Moragas, telefoneó a su homólogo socialista, José Enrique Serrano, para tratar de «plantear una conversación» entre el presidente del Gobierno en funciones y Pedro Sánchez. Serrano le dijo a Moragas que sería al día siguiente cuando le contestaría para concretar todos los detalles. Y así fue. Exactamente doce horas después, a las 10:06 de la mañana del miércoles, el jefe de Gabinete de Rajoy recibió la llamada del socialista en la que le dijo que «Sánchez no se reuniría ni hablaría con Rajoy si éste no fijaba antes y públicamente la fecha de la investidura». Desde el PP no entendieron la negativa ni la condición, por lo que Moragas trató de insistir apuntando que lo que el líder del PP quería era eso, hablar con Sánchez de la fecha. La respuesta del lado socialista volvió a ser «no». Un rechazo a la conversación que el PP critica, principalmente porque durante el intento de investidura de Sánchez, éste solicitó una reunión con Rajoy, y éste aceptó, viéndose ambos el 12 de febrero en el Congreso, cuando la fecha de investidura aún no se había fijado.