César Vidal

Adiós, Germán

La Razón
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Me levanto frente a la costa del Pacífico y en internet me topo con la noticia de la muerte de Germán Yanke. El pujo de pesar ha sido inevitable. Conocí a Germán a finales del siglo pasado cuando Federico Jiménez Losantos me fichó para la tertulia de «La linterna». Germán llevaba –y muy bien– la revista de prensa y coincidía con él dos noches a la semana. Era un hombre elegante, bon vivant –lucía, por ejemplo, bordadas sus iniciales en las camisas–, culto, inteligente y liberal. Se podía estar o no de acuerdo con sus opiniones, pero, por regla general, las exponía con lógica y moderación o, como él decía, «el hecho de que usted grite más que yo no significa que tenga más razón». Cuando Federico tomaba las vacaciones, Germán lo sustituía a la vez que iba asumiendo responsabilidades periodísticas cada vez mayores como la dirección de la revista «Época». Allá por el año 2004, la cadena COPE buscó un nuevo director para «La linterna» y Federico Jiménez Losantos me comunicó que yo era la persona adecuada. No pensaba yo lo mismo y propuse a Federico media docena de nombres para que asumieran esa labor. El primero, por cierto, fue el de Germán Yanke. La respuesta enigmática y contundente de Federico fue: «No, Germán tuvo su oportunidad y la dejó escapar». Nunca supe cuál fue esa oportunidad perdida y, al final, acabé aceptando la dirección del programa nocturno por sentido del deber ya que implicaba renunciar a planes muy queridos para los años siguientes. Sin duda, la vida de Germán y la mía cambiaron en aquel momento de manera paralela. Un par de años después, Germán me invitó al Diario nocturno de Telemadrid para entrevistarme en relación con uno de mis libros. Cuando me interrogó sobre la marcha de «La linterna», le conté que yo le había propuesto como director. Sonriendo, Germán me dijo: «Yo hice lo mismo contigo para este programa». Si era verdad o se trataba tan sólo de una muestra de esa cortesía vasco-judía que lo adornaba es algo que no soy capaz de colegir. Luego la vida nos distanció. Ocasionalmente, me llegaban noticias suyas e incluso, ya en el exilio transatlántico, supe que había sufrido un infarto cerebral aunque había salvado la vida. Ahora me entero de que ya no está entre nosotros. Lo recuerdo con profundo afecto. Descanse en paz.