Audrey Hepburn

Avon llama a su puerta

La Razón
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Olivia Newton-John, que se quedó en casi nada después de bailar con Travolta, es quizá, la mujer que mejor se ha soltado el pelo en la historia del cine. Llevaba una coletilla sujeta por una goma, y en un momento de la película, alza sus brazos y con un toque magistral de sus dediles, se suelta el pelo y sigue a lo suyo, es decir, bailando con desenfreno y frenesí. Avon llamó a su puerta, y con bastantes probabilidades, en unión de L´Oreal. No puedo asegurar que Dior ofrezca, entre sus productos, un champú y un abrillantador que suelte el pelo largo como campo de trigo escorado por la brisa, pero haría bien en disponerlos en el mercado.

La vida se compone de gestos que se guardan en el archivo del buen gusto para siempre. Una mueca graciosa, una sonrisa inteligente, una caricia inesperada. Soltarse el pelo es muy complicado. En mi caso, dificilísimo, por cuanto llevo el cogote como un cadete de la General en la formación para pasar revista. Si sujeto mi pelo nucal con una goma, ésta saldría despedida con violencia por los aires. Esa triste realidad es la que me distingue de Olivia Newton-John.

Pero desde el guateque de Vistalegre II de Podemos, Olivia Newton-John ha perdido su cetro. Nadie se suelta y se sujeta la cola de caballo como Pablo Iglesias. En «My Fair Lady», Eliza Doolittle, inmersa en el cuerpo y la elegancia de Audrey Hepburn, harta de las exigencias del Profesor Higgins magistralmente interpretado por Rex Harrison, también se atreve a soltarse el pelo. Y con mucha estética en el movimiento y el desenlace. Pero ejecuta el movimiento con excesiva feminidad, y ese exceso le resta el pasmo de la sorpresa. Pablo Iglesias dota a su coquetería de un arrogante machismo, y ahí queda, entre hombre y mujer, la clave de su éxito soltándose la melena. Sea recordada la inteligente observación de Nathalie Clifford Barney, la gran escritora norteamericana con hondas raíces victorianas, tan remisa a escribir como brillante cuando lo hacía. «La feminidad no es cuestión de sexo, porque un francés siempre ha sido más mujer que una inglesa». Después de ver el gesto de Pablo Iglesias liberando su coleta y posteriormente, encadenándola de nuevo, Nathalie Clifford Barney se hubiera hundido en la duda, porque Pablo Iglesias puede tener algo de inglesa machorra en el ajuste capilar, pero tambien de francés amilbarado en el desajuste. Es, como decimos los que dominamos el inglés, un «fifty-fifty», pero de inmenso y descontrolado atractivo. Entiendo que haya ganado a Íñigo Errejón, que no se puede soltar nada de nada, por estar más cerca de Strelnikov, el idealista bolchevique que llora desconsolado cuando Lara, su novia, le cuenta que se ha entregado a Komarowsky, el amante de su madre, y que posteriormente se enamora locamente del doctor y poeta Yuri Zhivago en la gran novela de Boris Pasternak. Le queda Rita, pero tengo para mí que la señorita Maestre no gusta de los perdedores. Strelnikov tampoco llevaba coleta, como es de todos sabido, y en caso contrario, es de suponer.

La actriz española Ruth Gabriel también se suelta el pelo con grácil y ágil feminidad. Se quita la goma sujetadora como le gustaba al poeta de las marismas, a Fernando Villalón, marqués de Miraflores de los Ángeles, descendiente de Daoiz, quiromántico, romántico y jinete cumbrero. «El pelo suelto de golpe y las bragas, a “patás”». En la segunda acción, no es comparable Pablo Iglesias con los sueños de Fernando Villalón, pero sí en la primera. De golpe, melena al viento. De golpe, coleta de cartujana.

Vistalegre II pasará a la memoria por el gesto, que no por sus resultados políticos. Esos resultados ya los inventó y desarrolló Stalin. Pero ese movimiento muelle, esa melena inesperada... Lo siento por Olivia Newton-John, Audrey Hepburn y Ruth Gabriel. Pablo ha ganado. Avon llamó a su puerta.