Partidos Políticos

Constituyendo

La Razón
La RazónLa Razón

Antes que la burguesía secesionista nos informe sobre qué constitución pretenderían dar como trágala a los españoles catalanes, el cambio de la Constitución española del 78 se está haciendo viral como escribirían nuestros políticos ágrafos que se suman a este «trending topic». La vigente no será tan vieja cuando ni siquiera ha sido desarrollada legislativamente en su totalidad, pero bienvenidas sean las reformas en la casa si aumentan nuestra confortabilidad y las podemos pagar, aunque permanece la sospecha histórica de que cuando no se enciende el farolado de una pedanía tendemos a pedir otra legislación municipal en vez de arreglar el cableado. Pedro Sánchez, sin habernos explicado aún en qué consiste el «nuevo PSOE», continúa en su segunda salida al campo martilleando el clavo del federalismo sin darnos ni un indicio de en qué tipo de Estado federal nos quiere embarcar, y como los nuevos ricos sin crisis parece que en vez de cambiar el embrague lo que pretende es comprarse un coche nuevo. El PSOE es quien más años ha gobernado esta democracia y nunca planteó cambios constitucionales porque la sociedad no lo requería. Siempre se tuvo temor a reformar el texto máximo aduciendo que había de hacerse en calma chica, cuando en puridad solo el 23-F y el golpe secesionista de ahora desaconsejan abrir el melón con serenidad. En el principio constituyente se pensó en restablecer las autonomías catalana, vasca y gallega que no entró en vigor por la guerra. Hubiera bastado, pero se impuso el «café para todos» sobre las cumplidas advertencias del profesor Fuentes Quintana de que las autonomías resultarían carísimas y centrífugas. Lo federal era tabú aunque solo fuera por la I República despeñada en el cantonalismo, y se optó nominalmente por un Estado de las autonomías más federalizado que Alemania. En la próxima legislatura, si cesa la tramontana, habrá que calafatear y carenar la Constitución, larga y tan prolija que solo la falta, como en la de 1812, aquel artículo sexto: «El amor de la patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles, y asimismo el ser justos y benéficos». Los constituyentes quisieron abarcarlo todo y prolijamente sembraron la Carta de obviedades. Pero unas futuras Cortes Constituyentes controladas por un Frente Popular derribarían el edificio, la Monarquía y el mismo nombre de España. Ajústeme el traje pero no me desnude.