Alfonso Ussía

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La Razón
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Hace años, cuando José María Aznar culminaba la composición de su segundo Gobierno, cedió el protagonismo a un cuaderno de tapas azules, en el que anotaba los nombres de sus elegidos. Todo el mundo quería saber qué apellidos figuraban en el cuadernillo azul, pero Aznar no se lo mostraba a nadie. Cuando un alto dirigente del Partido Popular o gobernante con intuición de no serlo en esa Legislatura le acosaba en Moncloa, Aznar les soltaba el «cocker» y el acosador abandonaba el recinto a toda pastilla. Ya formado el Gobierno, el cuaderno azul pasó a mejor vida y nadie volvió a interesarse por su estado de salud .

Muy diferente del caso de la presumible alcaldesa de Madrid. ¿Qué llevará en el bolso? Su tamaño nos mueve a cumbrera curiosidad. Es bolso de compra en el mercado, y como la presumible alcaldesa de Madrid es mujer que parece gustar de la sencillez y la campechanía, ha inducido a muchos habitantes de Madrid a pensar, que con anterioridad a su llegada a la Tarta del Ayuntamiento, doña Manuela hace la compra. -¿Me da su vez?-; - tenga la vez-; -¿quién tiene la vez?-; -yo la tengo-; -¿qué desea?-; cuarto y mitad de ternera-; - ahí tiene, señora alcaldesa-. Y posteriormente en el puesto de las frutas y verduras. -¿Me da su vez?-; tenga la vez-; ¿quien tiene la vez?-; -yo la tengo-; -¿qué desea?-; -cuarto y mitad de melocotones, cuarto y mitad de judías verdes, cuarto y mitad de albaricoques y cinco kilos de naranjas-; -Aquí tiene todo, señora alcaldesa. ¿Se lo meto en una bolsa?-; -no hace falta, que me cabe en el bolso, y el coche me está esperando en la puerta-.

En el bolso de doña Manuela Carmena, a ojo de buen cubero y sin exagerar, pueden tener sitio y lugar los siguientes elementos. Las llaves de su casa. Un pañuelo. El monedero. Libreta de cuero con las fotografías de sus padres, abuelos, hermanos, cuñados y sobrinos. A pesar de su airado laicismo, el rosario de su madre. Una edición de «El Capital». Fundas de gafas. Gafas de repuesto. Ropa de muda. Un yoyó. Un juego completo de bolas de petanca y el original de la carta de Pablo Iglesias en la que le advierte: «Rita es intocable». Y lo previamente adquirido en el mercado. Cuarto y mitad de ternera, cuarto y mitad de melocotones, cuarto y mitad de judías verdes, cuarto y mitad de albaricoques, y cinco kilos de naranjas. De ahí su permanente rictus de cansancio y el escoramiento del hombro en el que deposita el peso del bolso, que en ocasiones, más que una presumible alcaldesa parece un antiguo jabeque presto a navegar.

Y no hay manera de que abandone el bolso ni para hacerse las fotos de rigor con los representantes de las más altas Instituciones del Estado. De ahí la extrañeza del Rey, que trasladó vestida de pregunta a uno de sus ayudantes. -¿Por qué huele tanto a naranja?-; -Majestad, la Alcaldesa de Madrid, que llevaba cinco kilos de ellas en el bolso-. ¿Y quién ha dejado en el suelo una judía verde?-; -Majestad, se le ha caído del bolso a la alcaldesa de Madrid-. –De acuerdo, ahora lo comprendo todo-. (Habrá lectores que creerán que esta charla entre el Rey y su ayudante responde a la realidad y me la ha contado Revilla, pero es producto de mi inigualable imaginación).

Escriben de estilo, moda y belleza muy ilustres especialistas en nuestro periódico. Harían un favor a la humanidad, si se pusieran de acuerdo y le recomendaran a Manuela Carmena adquirir un bolso más adecuado a su presumible dignidad municipal. Un bolso que no necesite ser aparcado. Un bolso que no reduzca su integridad física cada vez que se lo cuelga de un hombro. Un bolso que no huela a mercado. El gesto de estupor del cardenal coincidente con la pregunta vaticana de doña Manuela de «por qué los hombres se van de putas», nada tenía que ver con la improcedencia de la cuestión. Fue consecuencia del hedor que despedía su bolso que llevaba un cuarto y mitad de boquerones en vinagre que se le había olvidado depositar en la nevera de su casa en Madrid, y ahí estaban los boquerones, en plena Santa Sede, danto el tufo a plena escama, mientras Valeria Mazza sonreía porque tenía la respuesta y educadamente no quiso hacerla pública. «Los hombres que se casan con mujeres como yo, no se van de putas».

En fin. Que si lo fundamental en Madrid es quitarle a Vázquez de Mella, gran defensor de los derechos de la mujer, su plaza para concedérsela a Pedro Zerolo, no menos fundamental es rogar a la presumible alcaldesa que adquiera en comercio del ramo un bolso más estético en su continente y prudente en su contenido.