PSOE

El agradecimiento a Madina

La Razón
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Susana Díaz se sumergió la pasada semana en un ambiente de expectación y morbo en los salones del hotel Ritz de Madrid. La presidenta de Andalucía sabe perfectamente cómo funciona la «democracia de audiencia» en la que se mueve hoy la política. Lógico: los focos la iluminaron ante 600 invitados. Lo mismo ocurrió este domingo en el madrileño pabellón de la ONCE, adonde acudió para acompañar a Pedro Sánchez al acto de arranque de la precampaña: ninguna mirada de la parroquia socialista dejó de posarse escrutadoramente sobre la andaluza. Dos rasgos característicos, sobre todo, singularizan su marcha: exigir a Sánchez, machaconamente, la victoria electoral, lo que desde la óptica del PSOE parece imposible, y excitar entre las sombras un eventual salto a la política nacional justo al día siguiente de la cita con las urnas.

Mientras, con la vista fija en el resultado del 26-J, la socialista con más poder en España tiene interés en que se conozcan los permanentes contactos que mantiene con pesos pesados de su partido («Hablo muchísimo con Felipe González y con José Luis Rodríguez Zapatero y, además, creo que con una asiduidad impropia», se jactó en público) y que, si es necesario, llama personalmente a Eduardo Madina para lograr, tras cuatro meses de ausencia de actos públicos, que se acerque a tan emblemático cinco estrellas de la capital a darle escolta. Y, ojo, Díaz le agradeció el gesto: «Si le quieren en el PSOE, que lo quieren, también lo quieren fuera del partido. Y eso al final es lo que uno debe buscar». El mensaje no pudo ser más reconstituyente de cara a los suyos: la lideresa socialista es capaz de movilizar a compañeros que por las circunstancias del partido han ido dejándose las ganas por el camino.

Claro que, tal como apuntan fuentes socialistas, detrás de ese elogio de la líder regional también se escondía el pago a la responsabilidad mostrada por Madina hace sólo unas semanas, que evitó desencadenar un conflicto entre la andaluza y el vasco. Según me concretan, Díaz llegó a temer que Madina diese un paso al frente y concurriera contra Pedro Sánchez a las primarias para tratar de convertirse en el candidato a la presidencia del Gobierno. Esa intención, de haberse producido, habría interferido en los planes de Díaz.

Parece que Madina fue animado a lanzarse a la carrera al menos por el propio Zapatero y por José Bono, convertidos en dos firmes detractores del actual secretario general. Díaz, a cuyos oídos llegó la operación en marcha, no desea más competiciones por el liderazgo del partido. Naturalmente, una formación política tan debilitada por las peleas internas y sumergida en una crisis tan profunda como la del PSOE, si quiere renacer de sus cenizas debe hacerlo –así al menos lo afirma el entorno de la presidenta de Andalucía– guiado por un secretario general entronizado por todos los sectores del partido y que ponga fin a las divisiones internas. Por eso mismo, Susana Díaz no aspira a ser elegida simplemente para ocupar Ferraz, sino que desea ser aclamada por todo el socialismo. De ahí que en 2014 la mera convocatoria de unas primarias, tras la petición del propio Madina, le hiciese dar un paso al lado y desistir de optar a la Secretaría General. En esta nueva ocasión finalmente no hubo nada, y Sánchez resultó proclamado cartel del partido sin necesidad de batirse con ningún contrincante. A Díaz le gustó el compromiso con la salud de su partido mostrado por Madina desoyendo los cantos de sirena que sonaban a su alrededor.

Las apetencias políticas de Díaz entran estas semanas en tiempo de reflexión y espera. No tiene más remedio. Si, como todo apunta, el 26-J es otro varapalo a Sánchez, sabe bien que no va a poder nuevamente decir no a aquellos compañeros de partido que le piden socorro desde hace tiempo. Será entonces cuando tendrá que dar el paso al frente para pedir la dimisión del secretario general y plantear la creación de una gestora que tutele su formación hacia un nuevo Congreso Federal. Ella, entonces, estaría a los mandos. Tal circunstancia le permitirá además capitanear las negociaciones de la formación del Gobierno. Por eso no desea pillarse los dedos con futuros vetos. Sólo habla de que para gobernar hay que ganar. Lo que le deja margen de maniobra suficiente hasta para decidir abstenerse si se dieran las circunstancias ante un Gobierno del PP con el apoyo de C’s que aportara al PSOE el tiempo suficiente, en la oposición, para refundarse desde su liderazgo.