Cine

Enrique López

El arte del cine

La Razón
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A la espera de lo que pueda suceder en España, el mundo sigue, y el otro día leí con interés la noticia que nos decía que la BBC Culture ha publicado una selección de las 100 mejores películas del siglo XXI, y ello tras consultar a 177 críticos de cine de todo el mundo. Pronto ya han surgido críticas sobre la lista, como es normal. Pero a mí lo que me ha generado es una gran zozobra personal, puesto que me ha colocado frente al espejo de mi incultura cinematográfica, ya que no sólo es que no haya visto muchas de la seleccionadas, es que ni tan siquiera las conocía. Parece que la BBC ha seguido las ideas de Ortega, el cual, cuando acuñó el término democracia morbosa, nos venía a decir que la democracia política era muy beneficiosa, pero «la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en la religión o en el arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre... es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad». Releyendo la lista de películas y las críticas que ha generado parece cumplirse este pensamiento de Ortega, al observar el absoluto divorcio entre las más granadas críticas cinematográficas y el gusto popular, entre el que para mí desgracia me encuentro. Quizá el problema pase por la falta de categorías dentro de las artes, habida cuenta la gran diferencia que existe entre las mismas. En la pintura y escultura sus autores son más considerados y ganan más dinero cuanto menos público tiene acceso a las mismas, siendo las más cotizadas; esto es, cuanto más sublime se considera una pintura y una escultura, más cuesta adquirirlas, y pronto se colocan en una sala de exposiciones o en un museo, donde su observación es más limitada que la de una película, y por supuesto, sus copias o reproducciones son sólo esto, copias sin valor. En el cine ocurre lo contrario; para ser un afamado director, la película debe ser vista por millones de personas, esto es, ser un éxito en taquilla, y además no hay un original, todas sus copias son tan originales como la original. Algo parecido ocurre con la música en la actualidad, siendo muy difícil distinguir sin perspectiva histórica, las verdaderas obras de arte de los simples éxitos de ventas. Con la literatura sucede un poco lo mismo, pero no es necesario esperar a ganar en perspectiva histórica para diferenciar auténticas obras de arte de simples best-seller, quizá porque la intelectualidad del autor se traslada mejor en la literatura, puesto que es pura traducción del pensamiento. A esto se le une que directores y actores, y no sólo en España, por ejemplo, en Estados Unidos, se integran en eso que se ha venido en denominarse «intelectuales», y sobre este magisterio, hacen política, apoyando a determinadas fuerzas políticas, lo cual siendo muy legítimo genera algún tipo de problemas; cuando ello va unido, como en España, a la descalificación del votante especialmente el conservador, se segmenta inconscientemente el gusto cinematográfico, generando un absoluto divorcio entre cine y sociedad.