El desafío independentista

El «cirujano» Rajoy

La Razón
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Van a ser sin dudud la mayor prueba de fuego para nuestra ya cuarentona democracia. Las próximas semanas, probablemente no llegando a agotar ese periodo de seis meses que debería desembocar en unas elecciones autonómicas catalanas previa gestión del 155 no pondrán solo a prueba el temple del Gobierno al que le ha tocado lidiar con el desafío, tampoco la lealtad constitucional y altura de miras de la oposición. Serán toda una prueba de resistencia para la fortaleza real del Estado, desde la Corona y pasando por el resto de instituciones. Se ha hablado y escrito ya mucho sobre las letras grande y pequeña de las medidas aprobadas por el Consejo de Ministros del sábado pero por encima de toda consideración, lo que subyace es la constatación de que la gestión de esas medidas en aplicación del artículo ya más famoso de nuestra Carta Magna será vital a la hora de afrontar la razón final de ser. Unas elecciones.

Si llegada la cita con las urnas –las de verdad– la bestia del independentismo enjaulada por aplicación de la ley, más allá de debilitarse se alimenta con los ingredientes de la contestación en la calle, de una bien alineada coordinación de las terminales creadas por el soberanismo desde hace décadas entre redes clientelares y sobre todo manteniendo desde el control remoto activo el pistón de la fascinación colectiva hacia la gran quimera de una Republica próspera liberada de la represion invasora, entonces esa bestia saldrá de la jaula mucho más fuerte en la razón de ser de su argumentario y por lo tanto mucho más ratificada ante los ojos de Europa y del mundo. Ese es el gran riesgo de unas elecciones ante las que debemos cruzar los dedos si el conglomerado secesionista, hoy desanimado y dividido consigue rentabilizar con victimismo y transformar en votos la necesaria intervención del Estado.

No hace falta haber inventado la política para colegir por lo tanto que serán especialmente esenciales los pasos que día a día vaya dando el Gobierno en un entorno hostil, donde la musculatura del Estado es especialmente enclenque en según qué negociados y donde Mariano Rajoy habrá de meter bisturí con la más quirúrgica de las precisiones. Es la disyuntiva del «todo o nada», del camino hacia la normalidad institucional perdida o hacia el definitivo desaguisado. Es la oportunidad de asentar en Cataluña una primera mayoría constitucionalista en escaños además de votos.

El control de la seguridad, de la comunicación, de los fondos públicos y la lealtad de los funcionarios estará plagado de trampas, pero no es un imposible y aquí muy probablemente Rajoy, Sánchez y Rivera, pero sobre todo el presidente habrán de tener muy presentes pasados errores de cálculo y excesos de confianza como pensar que el soberanismo no se atrevería a llegar tan lejos, haber confiado en el silencioso y tacticista Junqueras o incluso haber pensado que los Mossos cumplirían con su deber el 1 de Octubre. El «cirujano» Rajoy ya sabrá a estas alturas que nunca va a faltar quien pretenda moverle la mano.