Escritores

Envidia cochina

La Razón
La RazónLa Razón

Lo detectó y lo escribió en su día un atinado Jorge Luis Borges: «para expresar que algo es bueno, los españoles dicen “envidiable”». Consejo de amiga: invéntate un mal propio en ciertas conversaciones, o un pesar, o un problema... No vaya a ser que alguien próximo se ofusque porque te va bien y todo a tu alrededor funciona. Si despiertas envidia cochina, échate a temblar.

Mi madre, que me quiere mucho más que bien, asomada ahora a las redes, me pide que no muestre en ese patio motivos de orgullo, tampoco los éxitos de mi gente. Twitter es fuente de vida y es, a la vez, abono de resentimientos. Escondite de forasteros con patologías mentales, camuflados a veces detrás de un muñeco, un gatito, una mano o un mote, solo para lanzarte sapos y culebras. No te conocen pero te odian, vete a saber por qué, desde su pensar predeterminado. Les imagino demasiado ociosos, invirtiendo su tiempo en mancillar, a golpe de tuits, honores y méritos ajenos trabajados con pico y pala, tantos años. Cuánta infelicidad deben de acumular los envidiosos del siglo 21, imagínales. Los hay que te llaman puta y zorra en un solo tuit, te desean la muerte y se quedan tan panchos, escondidos en su guarida. Los envidiosos del siglo pasado, desprovistos del anonimato que brinda internet, probablemente eran intuidos en las distancias cortas. Seguro que algunos se retorcieron de cólera viendo cómo un hombre sumamente sencillo, humano y buena persona vencía las carreras más importantes –probado queda– en todas las áreas de su vida.

«Me he informado y el Príncipe de Asturias a título póstumo no lo dan». Así respondió Ángel Nieto cuando le preguntaron, allá por 2009, si pensaba que alguna vez recibiría ese premio. Él, con su mirada mordaz, explicó que no se concedía a fallecidos. ¿Quién o quiénes no quisieron honrar en vida al piloto más carismático y pionero? Imagino que ciertos enemigos íntimos, seguramente deportistas. Individuos que nunca soportaron la indiscutible grandeza del legendario motorista 12+1. Quizá alguno parafraseó un día a Borges, comentando el estatus «envidiable» de Nieto. Tuvo que existir al menos una mano negra, de nuevo envidia cochina, alguien con poder para negarle el reconocimiento que más ansiaba el mayor campeón sobre dos ruedas que ha parido este país. Señores responsables del Princesa de Asturias del Deporte, olviden el reglamento y hagan, por fin, justicia con el mejor.