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La Razón
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Entre el tumulto y el ruido ensordecedor, batiburrillo coral con acústica de vuvuzelas –sonido legendario que ha eternizado la gloria futbolística española–, y la tempestad perpetua irrumpe la noticia. Silencio. Muta el show hacia el germen periodístico y el griterío del plató enmudece. Declina la pasión, el encarnizamiento de las opiniones partidistas baja humos y la neutralidad aflora. En la pantalla parpadea en rojo pasión el cartel de exclusiva que da paso a la información. Se escucha entonces que Cristiano Ronaldo ha pedido a Florentino Pérez que le abra la puerta en junio. Como si el Madrid fuera una jaula, cárcel dorada, anhelo de tantos futbolistas principiantes. En los dos días posteriores son diversas las fuentes del club que constatan el trallazo portugués; pero no hay nervios en la casa. Reina la calma. Otro cabreo de «primadonna». Ya se le pasará, cuando haga las paces con el «brother» (Sergio Ramos) que le ha llamado la atención o cuando salga triunfador del partido con Hacienda. Que todo puede suceder. Incluso que pierda y se vaya, si pone encima de la mesa una suma aceptable por esa libertad tasada en mil millones.

Que espabile Cristiano. Apenas 48 horas después, todos callan en el estudio. Los únicos que no paran son los mensajes, «crol» interminable. El rótulo de EXCLUSIVA no parpadea, se queda fijo y Pedrerol toma la palabra: que el Real Madrid negoció con Neymar antes de coger la ruta de París, que el PSG sirve de puente entre Barcelona y Real Madrid y que Al-Khelaïfi, el dueño del club francés, aceptó una cláusula en el contrato del crack: «Si viene un club, cualquier club, con 222 millones –la cláusula de rescisión que cobró el Barça–, Neymar puede salir». Cambiará un contrato millonario por otro, la efervescencia del PSG por la historia del Madrid... Y por lo visto se hará.