Huelva

La vaca Margarita

La Razón
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El surrealismo llega al fin al filete de ternera. Viviremos el día en que los restaurantes se hagan veganos por completo. Empezamos por la carne y terminaremos con el pescado. Las langostas vivas de las marisquerías, los caracoles, en fin, toda fauna que sienta más o menos simpatía por el hombre acabará prohibida en los platos. Habrá quien adopte percebes como animal de compañía, medusas, camarones, gambas de Huelva. El tufo animalista impregna ya las redes de tal manera que una anécdota se convierte en categoría. Viene esto a cuento porque ya han firmado en change.org 170.000 personas, que es como juntar a los habitantes de una capital de provincia media, para que las autoridades sanitarias de la Generalitat no sacrifiquen a la vaca Margarita. No se trata de uno de esos casos deleznables de maltrato a los animales de compañía, lo que para que el firma tendría sentido. No. La vaca Margarita no tiene los papeles en regla y como es norma conviene que pase a mejor vida por si la pobre ternera padece una enfermedad de la que luego haya que arrepentirse. Es la ley, y es la lógica, aunque estas miles de personas piensen lo contrario.

Resulta que los cuidadores de Margarita también tienen derecho a decidir. Por encima de la propia vaca. Hay miles de españoles que no pueden comer carne una vez a la semana, pero de estos no se habla, ni se recogen firmas para que lo hagan por imperativo legal y evitar una posible malnutrición humana. Por encima de todos ellos está la vaca Margarita. Un vídeo recoge lo buena que es con los niños. Vamos que no los cornea. Para que vean si es noble. En Madrid hubo un caso parecido, la vaca Carmen, que al final siguió pastando y no se sabe qué ha sido de ella. Esperemos que haya alcanzado la felicidad que la consejería del ramo quería arrebatarle. Ojalá haya tenido terneras convertidas en vacas de provecho para sí mismas.

El caso es como mezclar «El verdugo», «Plácido» y «La vaquilla», de Berlanga. Cuando el esperpento se hace realidad es que ya el mundo se reconoce al fin en su más íntima necedad. Llegarán hordas a los prados para que las vacas rumien a sus anchas como si estuviéramos en la India. Quién sabe si una de esas firmas corresponde a esos dueños de perros a los que habría que aplicarle la eutanasia mental después de abandonarlos en la gasolinera. Es todo tan raro en su acepción más compleja que no sabe uno a qué atenerse, cuántas contradicciones puede encontrar en un suceso como éste. Los perros nos hacen compañía y nos quieren más que a su vida, y las vacas están para comérselas, al menos los carnívoros. Tal vez estas palabras no contengan una carga filosófica profunda que descifre el significado de los cuernos de Margarita, pero es lo que parece sensato.