Restringido

Los pactos

La Razón
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A dos meses y pico de las elecciones existe el convencimiento general de que ninguna fuerza política obtendrá esta vez el suficiente respaldo del electorado para gobernar en solitario. La fuerza que al fin se encargue de formar gobierno tendrá que pactar. El pacto puede cristalizar en un gobierno de coalición tras ajustar los programas respectivos y las personas encargadas de llevarlos a cabo o en el compromiso de apoyar la gobernabilidad desde fuera. En el primer caso, que a estas alturas, a juzgar por las encuestas, parece más verosímil, queda mejor garantizada la estabilidad del nuevo ejecutivo. Será una novedad interesante. En los cerca de cuarenta años de democracia nunca ha habido en España un Gobierno de coalición, que es fórmula habitual en los países de nuestro entorno. Aquí no será fácil, dado el talante frentista de la política española y la desconfianza mutua. Falta finura. Pero habrá que acostumbrarse. El experimento puede ser beneficioso. Lo peor que puede suceder es entrar en un periodo de inestabilidad política cuando más falta hace un Gobierno sólido, que huya de aventuras y quimeras.

Es natural que los futuros pactos dominen la campaña electoral. Éste será el otoño de los pactos, aunque nadie soltará prenda por miedo a perder votos. Sin ir más lejos, si Ciudadanos, que está en el quicio de la discusión, adelantara su predisposición a aliarse con el PSOE, perdería un buen caudal de votos prestados de la derecha, y si el PSOE mostrara abiertamente su disposición a entenderse con Podemos, facilitaría el triunfo de los populares. Así que lo mejor, piensan, es no enseñar las cartas, aunque esto prive a los comicios de calidad democrática. En puridad, el electorado tiene derecho a saber a qué atenerse antes de depositar el voto, sin estar a merced de sospechas, especulaciones y maniobras de distracción. ¡Vieja política! Aquí rige lo de Pío Baroja, en «El árbol de la ciencia»: «La política española nunca ha sido nada alto ni nada noble». Don Pío no alcanzó a conocer que hubo un momento excepcional en que la política en España adquirió altura y nobleza: la Transición, con los pactos de La Moncloa y el pacto constitucional. Aquello fue más que un consenso; fue un compromiso histórico entre las «dos Españas», que ahora empieza a quebrarse. Todos deberían saberlo: antes de tocar la Constitución, habrá que reconstruir aquel compromiso histórico.