Irene Villa

Mano dura

La Razón
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Este año 2018 ha empezado de forma agridulce. Por un lado con la esperanza de saber que un año nuevo es siempre una oportunidad de alcanzar objetivos que en el año anterior se quedaron en el tintero, para plantearse nuevos propósitos y éste en concreto, es un año de grandes ilusiones por la simbología del número ocho, que tumbado significa el infinito y que supone un comienzo con infinitas posibilidades y como tal, llegó cargado de entusiasmo, ilusiones y muchísimas ganas. Sin embargo finalizamos todos 2017, en cada último rincón de nuestro preciado país, con el corazón desgarrado por el trágico final de la tan buscada y ya querida por todos Diana Quer. De nuevo la justicia, ese gran pilar de cualquier país del mundo, se tambalea, ya que muchos se preguntan qué hacía ese asesino en potencia en libertad con lo que había hecho antes de matar a Diana: violencia, tráfico de drogas y agresiones sexuales. Y de nuevo el planteamiento necesario e ineludible de una condena perpetua revisable y de endurecer las penas. Y es que cualquiera que se ponga en el lugar de la madre, del padre, de la hermana, de la familia y amigos de Diana, va a exigir justicia y que ninguna otra chica pase por lo que su pequeña pasó. Y parece que una condena firme y justa es lo único que puede frenar esta escalada de crímenes que atormenta a todas las mujeres, porque nadie se siente plenamente a salvo de la violencia machista. Como ya quedó demostrado recientemente, si hay mujeres que no denuncian la violencia sexual es por esa doble victimización cuando se insinúa de forma injusta y aberrante que la víctima, con determinada forma de ser o de vestir, condiciona esos ataques o abusos sexuales.

Así que a los Reyes Magos les pido condenas firmes y justas, que se acabe con la violencia, especialmente la violencia sexual, que nos sigue poniendo a las mujeres en una situación de desventaja tan injusta e inmerecida como condenable.