Pontevedra

Medeas y Medeos

La Razón
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No se sabe a qué obedece que un corazón se nuble tanto y se vuelva tan oscuro como para poder escribir una venganza en la muerte de los propios hijos pero, por desgracia, ha habido muchos casos en la historia. No es sólo la mente tortuosa de Eurípides la que inventa un imposible y desarrolla un relato en la que la madre mata a sus hijos para vengarse de la traición amorosa del padre. La realidad, siempre por desgracia, por encima de la ficción, establece muchos asesinatos de hijos a manos de sus madres y más aún de sus padres, para vengarse de engaños o siquiera de abandonos o desamores. La última, a falta de pruebas consistentes, nos conduce hasta Moraña, Pontevedra, donde un hombre, en principio bueno y cabal, sólo atormentado por una separación, podría haber acabado con la vida de sus hijas de 4 y 9 años. La autolesión posterior del padre lleva a pensar, como de costumbre, en el mejor de los casos, en el sentimiento de culpa, y en el peor, en esa autojustificación que buscan tantos parricidas tras haber cometido el más amargo de los crímenes, el de los hijos. En realidad, no hay crímenes mejores ni peores. Todos son horrendos. Pero si resulta difícil comprender cómo se puede tener la sangre fría que permita matar a extraños, por ideologías, intereses, odios o venganzas, es antinatural entenderlo con los cercanos y más aún si son los hijos, a los que se quiere irracionalmente. Puestos a ahondar en el horror hay que pensar también en lo fácil que debe ser para los padres matar a sus hijos, por lo mucho que éstos confían en ellos...