Tribunal Supremo

Puigdemont en su callejón

La Razón
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Carles Puigdemont pasa por ser un político probablemente equivocado en lo que defiende con convicción al frente de la Generalitat, pero al que no se puede tachar falta de honradez. Que se sepa ni ha metido la mano en la caja, ni parece haber impulsado a otros a hacerlo. Su callejón tiene solo dos salidas, por no decir resquicios, o se deja ayudar por Rajoy caminando hacia la vía de las elecciones o se inmolará firmando un decreto en pos de otra consulta ilegal, pero nunca necesitará de envolverse en la estelada para justificar según qué desmanes. Tal vez por ello la figura de Artur Más en su órdago por regresar a la primera línea, aún a pesar del lastre del «3 por ciento», sea cada vez más gravosa para el actual «president». Los ideales y la corrupción solo casan cuando los unos justifican a la otra.

Está por ver si la sociedad catalana, la que levanta por las mañanas la persiana de su negocio, acude a su lugar de trabajo, a la fila del paro o permanece en listas de espera hospitalarias, va a sucumbir al melodramático chantaje de mezclar juicios por presuntos delitos con ataques al pueblo de Cataluña. Una cosa es acudir a la llamada de apoyo a las puertas del «TSJ», a quienes promovieron una consulta ilegal revestida de tintes pacíficos, y otra muy distinta es pensar que alguien, por muy entregado que este a la causa se va a movilizar en apoyo de presuntos corruptos que se han financiado a costa del dinero de todos.

Es una semana para no perderse la que hoy comienza, Francesc Homs esta mañana se sienta en el banquillo por la consulta ilegal del «9-N», todo llega. Pero es el «macro juicio» por el caso Palau el que a partir de este miércoles y tras años de instrucción promete brindarnos todo un elenco de miserias, rapiñas y hasta venganzas de familia. La hoja de ruta cada día más turbia de los timoneles del proceso hacia la independencia, con previa parada en otro referéndum ilegal, va a estar trufada hasta su encallamiento definitivo de inevitables episodios judiciales marcados por la corrupción.

Las acusaciones de saqueo continuado ahora con nombres y apellidos en el banquillo llevaron a la antigua Convergència a refundarse, pero la cirugía estética no ha podido evitar que los dirigentes del partido de los Pujol y después de Artur Más y su núcleo de confianza estén bajo la lupa y los focos por fundadas acusaciones de financiación ilegal, y no por abanderar un proceso hacia días mejores fuera del estado español. El nuevo referéndum era inviable por ilegal y además ahora ve saltadas por los aires sus rampas de lanzamiento ante la inmisericorde llegada de los juicios y las sucesivas evidencias de corrupción entre algunos de los principales «padres de la idea». Puigdemont todavía tiene la oportunidad de dejarse ayudar por el estado y liberarse del chantaje de la CUP por mucho que les deba el ser «president». Acuda nuevamente a la Moncloa, Rajoy le espera.