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La Razón
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En dos pasajes, LaLiga estará liquidada. Celta en el paréntesis y Málaga y Eibar en los rótulos finales. Barcelona o Madrid, ésa es la cuestión, que no puede abstraerse del submundo que la rodea. Sospechas de compra, cotidianas primas a terceros, prestigios en entredicho e identidades en almoneda. El pasado madridista de Míchel irrumpe alborotador para asombro del protagonista. Las simpatías de Carlos Mouriño por el color azulgrana sirven para caldear el ambiente desde el otro lado. Hipótesis que ni siquiera son mentiras piadosas, sino maledicencias. Míchel no ordenará entre sus jugadores una huelga de medias caídas, que beneficie al Madrid, ni Mouriño exigirá a los suyos morir en el intento para que el Barça gane LaLiga el domingo. El Celta acude a la cita con ánimo compungido después de la caída de Mánchester y aún por digerir la ocasión que Guidetti no aprovechó en el último minuto. En estas condiciones, con dinámica favorable por la clasificación para la final de Cardiff y las victorias claras en los últimos compromisos ligueros, el Madrid ganaría en Vigo. Influirá el ánimo de cada quien y lo que hay en juego, nada en el caso del Celta, del Málaga, ni del Eibar, tercer convidado de piedra. LaLiga es blanca y el sueño, azulgrana, con los recuerdos de Tenerife al fondo.