Campaña electoral

Un Oscar para Podemos

La Razón
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El populismo tiene quien le escriba y quien le filme. Pedro Sánchez, sin embargo, tan necesitado de que algún juglar cante sus gestas, la épica de la derrota y la desbandada histórica, no coloca ni un buen libro de cabecera como hizo su antecesor Zapatero: la muestra definitiva de que los artistas que gustan de la propaganda de izquierdas han elegido el corcel sobre el que invitan a galopar a las barricadas del escaño rojo. El PSOE se les ha quedado corto aunque su líder es más largo, más joven y más guapo. O así se ve en el espejo.

La campaña hagiográfica comienza con un documental presentado ayer en Málaga sobre Ada Colau. La alcaldesa a la que Felix de Azúa mandó a la pescadería se torna en una heroína. Un amigo, y director del filme, le mira el ombligo, el centro del universo. De activista a política, con ese subrayado amable de las entrevistas de Bertín. Colau se convierte en un prototipo de lo cursi. Fernando León de Aranoa, los lunes al sol y el resto de la semana con Podemos, hará lo propio, seguramente con mejor estilo, a qué negarlo, con Pablo Iglesias, que ya al fin será estrella de cine y no un secundario de lujo en la gala de los Goya y el «esmoquin room». Será su manera de hacer una campaña barata, subvencionada por otras vías, que no hay celuloide oculto a la ayuda institucional.

Iglesias es un personaje de película, por más que se confiese adicto a las series. En hora y media te los has zampado. Sánchez se presta más al «making off», a las escenas eliminadas y al montaje del director en varios capítulos. Pero Sánchez no vende y a Iglesias le quitan de las manos lo que pregona. Se forraría a colocar copas y esponjas menstruales si se lo propusiera. En Estados Unidos, Susan Sarandon y Tim Robbins le apoyarían para el Oscar. Clooney sería más de Pedro.

El relato podemita nace de un melodrama y termina siempre en un final feliz porque mientras el cuento no desemboca, miente. El socialista es una trama de intrigas a la que no se adivina un final, con tantos guiones apócrifos y emocionantes que sea cual sea su desenlace dejará decepcionados a sus fans, como el regreso de «Juego de tronos». El público siempre ansía más sexo y más sangre. «Hay que darle látigo a Mas», decía Iglesias. Ante tanta testosterona, Sánchez no pasa metafóricamente de las pajillas de Santiago Segura en «Torrente».

La llamada zeja ha buscado otro cuerpo en el que engendrar sus demonios. El malo es el PP. El bueno, Podemos. Y el PSOE, un partido bisagra, que es en lo que lo quiere convertir la nueva izquierda. Ese es ahora el objetivo.

Los populares están acostumbrados al cine panfleto y al escrache sentimental o delictivo. Ya les va en el sueldo. Es el ninguneo a Sánchez lo que enciende las alarmas en la inteligencia socialista, acostumbrada a las nanas de los artistas. Temen que el hombre que quiso ser presidente sea no un Juan Nadie sino un don nadie y que si muere al final de la temporada, como Jon Nieve, no tenga espectadores a la espera de su resurrección.