Literatura

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Vente a Barcelona, primo

La Razón
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Qué gran perdida, Anthony Scaramucci. Qué bufón con pelo de metacrilato, ideal para asustar a las visitas, perdemos subsumido por idéntico desagüe por el que apareció hace menos de quince días. Antoñito, ay, qué llanto el de esos humoristas a los que dejas huérfanos. Se veían contratados a perpetuidad en el «Saturday Night Life». Conscientes, eso sí, de la necesidad de amortiguar tus histriónicos pasotes para que sus chanzas fueran verosímiles. Existe un punto de quiebra en lo real. A partir de ahí al actor, al escritor, al guionista dispuesto a reflejar el mundo, situado frente a unos personajes que de tan anormales parecen inconcebibles, le resta marcarse un documental o arriesgarse con los aparejos del esperpento valleinclanesco y/o el surrealismo del tío Luis. Gorrón, querido, no digas que no podías haber ejercitado un poco los músculos pterigoídeos, ideales para cerrar esa boquita que los dioses tuvieron a bien concederte, siquiera de vez en cuando. No necesitabas enrocarte en un mutismo absoluto. Tampoco anhelo que abandonaras las tertulias. O que renegaras de tu atronadora naturaleza. O que te abstuvieras de endulzarnos los oídos con esas gentiles referencias al sexo guarro que tanto alegran los oídos y páginas del «New Yorker». Mira, bastaba con apenas una miaja de prudencia, bien sazonada con un ligero pellizco de sal. Al cabo tampoco es cuestión de hacer de ti un muermo tipo como Al Gore. Lo entiendo. Ponderar tus ocurrencias o bajar el pistón que anima tu horterez equivale a suponer un tiburón capaz de mantenerse inmóvil. En realidad existen, no todos los escualos necesitan abonarse al movimiento perpetuo, algunos incluso sestean sobre el lecho marino. Sí, vale, para qué abrumarte con disquisiciones ictiológicas que, seamos honestos, apenas le interesan a esa élite intelectual que conspira sin pausa contra los intereses de los humillados y ofendidos. No como tú, que apenas si duermes, y mira que lo has probado todo, incluida la melatonina, de tanto cavilar sobre el destino de los pobrecitos mineros de los Apalaches y los nenes huérfanos de West Baltimore y los inmigrantes con la calavera en el desierto y etc. Scaramucci, Anthony, prenda, no te deprimas. Lía el petate. Plántate en Barcelona. Allí también necesitan de gente vociferante, portavoces de la cacofonía, vendedores de crecepelos, gurús de la mendacidad y otros expertos en fabricar con lazo un ramillete de hechos alternativos. No encontrarás a tu vera a un cafre tipo Donald, semejantes titanes son más bien escasos, machos alfa en la cúspide de la pirámide trófica, pero a cambio florecerás, esponjado y alegre, entre defraudadores con cuentas en paraísos fiscales, ardientes fustigadores de la casta, maestros en el siempre engorroso arte de colocar burras y aspirantes a déspotas que hacen de la legalidad un vistoso sayo con el que mejor tapar las infinitas quiebras morales y, uh, fiscales, con las que gobernaron, y gobiernan, desde hace ya varias décadas. El victimismo lo traen de serie. Igual que el nacionalismo y su tuétano, la xenofobia. Yo que tú, en fin, no me lo pensaba. Vivimos tiempos gloriosos a la vera del Mediterráneo. Corre. Te sentirás en casa.

Julio Valdeón