Escritores

Visca el poliamor

La Razón
La RazónLa Razón

Irene Montero lo dijo muy clarito. El amor romántico es una herencia patriarcal, opresora y tóxica. Que se lo digan al pobre de Reynaldo Arenas antes de que anochezca. Amar era opresión para el régimen de Castro. Otra cosa es fornicar, que da de comer en el malecón. No entremos en el Sálvame deluxe de las relaciones sentimentales de la podemita que es cuestión privada, pero sí en la traslación política de eso que ahora llaman poliamor, que, ya lo cantaba Bambino, cómo se pueden querer a dos mujeres a la vez y no estar loco.

Oiga, que cada uno poliame con quiénes quieran mientras todos estén de acuerdo. En otros tiempos se llamaba poner los cuernos, que debe ser otra expresión tóxica. El poliamor en la encrucijada catalana es estar con unos y con otros sin una pizca de remordimiento. Hasta ahora nunca se sabía por lo común cuándo confesar una infidelidad pero Podemos se pone morado sin vergüenza. Pablo Iglesias quiere mucho a la patria española, a la gente, pero ansía una Cataluña soberana. Ada Colau se muere por votar a la vez que requiere de otro referéndum porque éste no le gusta. No cederá sus locales pero no pondrá reparos en que abran los colegios. El poliamor, o cómo poner los cuernos al Derecho español y al revés independentista. Hasta algunos de los que se llenan la boca de invocar la marrullería manifiesta del «procés» critican que se aplique la ley, aquilatados en esa peligrosa equidistancia de los cobardes que tantas pesadillas causó en el País Vasco y de la que Otegi se valió para mostrar que aún anda como un zombi haciéndose fotos con un gato. Pobre gato. Sueltan una parrafada con un preámbulo dedicado a Rajoy para fijar posiciones. No les basta con España. Hay que arrear al presidente, si hace porque hace y si se duerme porque se fuma un puro. Eso del puro es ya una frase hecha que cualquier periodista debería evitar por higiene léxica.

La equidistancia es el poliamor de los eunucos. No se puede decir una cosa y su contraria a no ser que no se tenga ajustada la medicación o se trate de un vendedor de impresoras como Rufián. El 2 de octubre pueden poliamar todo lo que les plazca, de hecho no habrá más remedio que aceptar una cama redonda, si bien hasta entonces no se trata de ser célibe pero sí de hincar la rodilla ante un solo querer o poder. Aunque suene a herencia patriarcal no nos hagan llorar con un supuesto corazón partido, que para cursis ya está la opresora «Pretty woman» ante la que Irene Montero invocará un vade retro traicionando los gustos del pueblo que siempre cambia de canal para ver a Julia Roberts.