Estado Islámico

En aguas de Libia

Podría volver a referirme a las condiciones en que viven otros contingentes españoles esparcidos por el mundo, mientras en suelo patrio seguimos saturando playas y unos salvajes se empeñan en calcinar nuestros bosques

La Razón
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Las aguas del Gran Sirte, el golfo mediterráneo ubicado entre Bengasi al este y Misrata y Trípoli al oeste, aguas inmediatas al tunecino Golfo de Gabes –el Pequeño Sirte de nuestras geografías–, frente por frente al mar Jónico, a Sicilia, Creta y Malta, han sido testigos durante siglos de un sinfín de avatares históricos. Lo son hoy de un dramático tráfico humano. Bañan tierras de un estado fallido que llamamos Libia.

Y no basta con que el propio Obama reconozca que el peor error de su mandato en política exterior haya sido el de intervenir en Libia sin tener diseñado un plan de futuro; hoy el vacío del estado fallido lo ocupan seis mil combatientes del autodenominado Estado Islámico asentados en Sirte pero con ramificaciones en Trípoli, Misrata, Bengasi y Derna. Hablamos de zonas situadas tan sólo a 350 kilómetros de la isla italiana de Lampedusa. En consecuencia, en el río revuelto, operan mafias que trafican a cualquier precio con el dolor de seres humanos.

Europa, sensible al problema, puso en marcha la operación SOPHIA para intentar desmantelar este tráfico y a la vez colaborar en el rescate de personas, de acuerdo con el Derecho Marítimo Internacional y con las más elementales normas de humanidad. El mando de la fuerza lo ejerce un contralmirante italiano a bordo del «Garibaldi» –Enrico Credendino– que tiene como Jefe de Estado Mayor al capitán de navío español Gómez-Pamo. Forma parte de la fuerza nuestra fragata «Reina Sofía», al mando del comandante Carlos Posada, que opera junto a dos buques alemanes y uno de Reino Unido.

Asimismo, forma parte del despliegue aéreo un CASA- 235 de nuestros hermanos del Ejército del Aire, junto a otro avión de patrulla marítima de Luxemburgo basados ambos en Sigonella, a los que se añade otro francés desde las Hyeres. Tanto el «Garibaldi» como la «Reina Sofía» llevan a bordo medios aéreos propios.

El lector debe comprender la difícil coordinación entre elementos navales y medios aéreos luchando contra mafias de difícil localización, en un ambiente en el que también actúan, entre otros, medios norteamericanos y franceses –especialmente– que bombardean los reductos del EI a petición del débil Gobierno de Unidad que intenta recomponer Libia.

Mis contactos con estos contingentes que «veranean» en el Mediterráneo central son, como en otros casos, entrañables. Los aéreos resaltan el papel de la información en tiempo real sobre los transportes clandestinos: «Información vital para evaluar situaciones críticas donde vidas humanas están en juego», nos dice el comandante Pérez Benítez. «Los medios del Destacamento –yo bromeo con ellos por la denominación de «Grappa»– han contribuido hasta hoy al rescate de más de 24.700 migrantes, identificando o ayudando a identificar a 32 barcos sospechosos de tráfico ilegal de personas, gracias a sus capacidades de detección».

El alférez de navío Navarro recuerda la llegada de su barco a la zona un 26 de mayo de este año: «Era nuestro primer día y realizamos el rescate de 706 personas en lo que fueron las jornadas más trágicas de la operación, ya que se produjo el fallecimiento de un número importante de migrantes al hundirse una embarcación de madera llena de gente; este día se rescató a un niño de seis años con sólo 26 grados de temperatura corporal al que reanimaron nuestros servicios médicos y evacuamos en helicóptero a un hospital de Lampedusa». «La dotación de la “Reina Sofía” –buque de guerra, añade– cambia sus funciones cuando realiza rescates y el personal asume funciones tales como reparto de comida, agua, mantas, camilleros...; además, la dotación intenta ayudar y dar el cariño necesario (sic) a aquellos que se encuentran más afectados por la pérdida de familiares en la mar». Hasta el día de hoy, han salvado directamente a 2.295 personas, a las que hay que sumar otras 1.136 rescatadas en cooperación con ONG transferidas a bordo. Las atenciones médicas suman 249 intervenciones.

Podría extenderme. Podría volver a referirme a las condiciones en que viven otros contingentes españoles esparcidos por el mundo, mientras en suelo patrio seguimos saturando playas, unos salvajes se empeñan en calcinar nuestros bosques y una clase política intenta desenmarañar una situación que, en cierta manera, se aproxima más a la de determinadas políticas fallidas que a democracias consolidadas.

No obstante la vida sigue. Y miles de personas sufren a causa de decisiones mal tomadas o de intereses ocultos incalificables. No es la primera vez –y tristemente no será la última– que se desmantela un estado sin previsiones para regenerarlo inmediatamente. En medio de esta falta de visión, con la lentitud característica de las medidas correctoras internacionales, con la indecisión de muchos cuando no de sus intereses egoístas, miles de seres humanos sufren, huyendo de la inseguridad y de la guerra.

Unos marinos y unos aviadores nuestros, hacen lo posible por paliarlo.

Por supuesto: ¡gracias!