Mascotas

No es un sexto sentido, es un súper quinto

Los perros no deben su sorprendente capacidad de anticipar sucesos a su instinto, sino a la agudeza de su olfato

El beneficio de acudir a nuestra llamada debe superar -con creces- a los beneficios de quedarse jugando por su cuenta. Por eso, siempre hay que tener premios que darle al animal | Fotografía de archivo
El beneficio de acudir a nuestra llamada debe superar -con creces- a los beneficios de quedarse jugando por su cuenta. Por eso, siempre hay que tener premios que darle al animal | Fotografía de archivolarazon

Los perros no deben su sorprendente capacidad de anticipar sucesos a su instinto, sino a la agudeza de su olfato

«¿A qué huelen las nubes?», se preguntaba la sociedad española hace unos años después de que Evax hiciera de este aparente sinsentido una inteligente estrategia pubicitaria. «A nada», contestaron los más pragmáticos, que no estaban dispuestos a ceder terreno a la duda. Quizá se equivocaron. Al menos Alexandra Horowitz, profesora de psicología y conocimiento canino en la Universidad de Columbia, así lo cree.

La autora del récord de ventas de New York Times «En la mente de un perro» vuelve a acercarnos al mundo canino con «Being a Dog», que está aún por traducir. La experiencia perruna que Horowitz trató de trasladar a sus lectores con su primer libro se concreta en el segundo. Con «Being a Dog» la psicóloga profundiza en la asombrosa capacidad olfativa de los perros y nos hace percibir el mundo a través de su hocico, al que achaca aspectos de la intuición canina que tradicionalmente son atribuidos a un sexto sentido.

En cambio, Alexandra no es la única que cree en un nexo de unión entre el olfato perruno y su capacidad de prever catástrofes naturales, anticipar cambios en el clima, percibir un embarazo, una enfermedad –como el cáncer, la diabetes o los ataques epilépticos– o un cambio de humor en la familia con la que vive o medir el paso del tiempo con la precisión de un reloj suizo. Precisamente sobre esta última habilidad versó un experimento realizado por la BBC: Christine y Johny decidieron poner a prueba a su perro Jazz, que cada día se sube al sofá para esperar la vuelta de su amo veinte minutos antes de que se produzca. La trampa consistió en repartir camisetas impregnadas del olor de Johnny de manera que, al no haberse disipado su aroma en casa desde su partida por la mañana, Jazz no pudiera anticipar su llegada. El resultado no sirve como fundamento de una nueva teoría científica pero es, cuando menos, sintomático: por primera vez, Jazz no recibió a Johnny desde el sofá.

Teniendo en cuenta la poca importancia que concedemos a nuestro propio sentido del olfato, el uso que hacen los perros del suyo, como si de una bola de cristal se tratara, parece algo sacado de una novela de ciencia ficción de Isaac Asimov. Pero la ciencia ofrece algunas explicaciones a tan desmesurada habilidad. Los perros disponen de 300 millones de células olfativas que hacen que nuestros 5 millones queden relegados a la categoría de anécdota. No es de extrañar que, para procesar la ingente cantidad de información que recibe a través de su nariz, el cerebro canino destine un área 40 veces mayor que el humano a ello. Al hacerlo, la mente perruna diferencia además por cuál de los dos orificios ha sido percibido el olor en cuestión. Es decir, huelen en estéreo. Esta información permite que el perro elabore un auténtico mapa olfativo, haciendo que este sentido rivalice en una competición reñida con el de la vista. Además, cuentan con conductos diferentes para inhalar y exhalar, de manera que su respiración provoca un remolino de aire en torno a sus fosas nasales que evita que ambas corrientes se mezclen y favorece la concentración de olores y su nitidez. Esta predisposición biológica sin duda explica que la nariz canina sea su principal vía de obtención de información.

Puesta al servicio de las personas, semejante capacidad puede prestar a las personas una ayuda inmensa y variadísima. Por ejemplo, gracias a esta formidable herramienta, que no en vano descubre el mundo mucho antes que el resto de su cuerpo, los canes de un estudio llevado a cabo por la Asociación Americana de Urología detectaron el cáncer de próstata con un 98 por ciento de precisión. La mayoría de las veces la dificultad reside en cómo nos traslada el animal esa información.

Desde luego, sería extremadamente práctico hablar la lengua de los perros y seguro que más de uno ha fantaseado en alguna ocasión con la idea. Pero, por otro lado, ahora que sabemos algo más sobre la cantidad de información que recopila con la nariz, quizá debamos celebrar que la comunicación plena sea imposible. Alguien capaz de detectar los cambios anímicos de quien tiene en frente gracias al olor de su sudor no es el contrincante de debate ideal. Quién sabe si no saldríamos perdiendo en caso de tener que convencer a nuestro perro de cada decisión tomada con respecto de las normas de la casa o la duración de cada paseo. Quién sabe si tener olfato para los negocios no traspasaría la frontera de lo figurado a lo literal.

Bloodhound, un olfato prodigioso

La raza canina con el sentido del olfato más agudo es el «bloodhound» o «perro de San Huberto», pues cuenta con el mayor número de sensores olfativos: 300 millones. Como era de esperar, pertenece a la familia de los sabuesos y es tal su fiabilidad a este respecto que durante años el hecho de que un sospechoso fuera reconocido por un perro de esta raza constituía una prueba incriminatoria en Estados Unidos. Hoy en día siguen colaborando activamente con las fuerzas del Estado en la búsqueda de personas desaparecidas o de criminales, pues se estima que pueden llegar a seguir un rastro hasta quince días después de que éste se haya producido. Además de sus cualidades como rastreador, se trata de un excelente perro de compañía, dotado de un carácter paciente con los más pequeños, aunque el proceso de aprendizaje se verá entorpecido por la obstinación que caracteriza a los perros de caza. Además, su gran sensibilidad requiere ser delicados a la hora de corregirlo, ya que puede sentirse fácilmente ofendido.