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Un héroe que quiere ser figura

Fortes, en imagen de archivo
Fortes, en imagen de archivolarazon

A Jiménez Fortes le subieron a planta ayer y está a la espera de pruebas que descarten lesiones provocadas por la gravísima cornada en el cuello

Fueron segundos. No más, lo que tardó Saúl Jiménez Fortes en llegar a la enfermería. Detrás dejaba a 20.000 personas conmocionadas. Brutal había sido la manera de colarse el toro cuando el diestro intentó pegarle el primer natural al sexto. Tenía un trofeo cortado de su primero y la ansiada Puerta Grande de Madrid a medio abrir... Así, cuando lo encunó, por fortuna el cuerpo del torero entre pitón y pitón, pero una vez que el toro se deshizo del malagueño y lo tuvo a merced sobre la arena de Las Ventas, ahí le metió el pitón con una fiereza extrema en el cuello y le levantó hasta atravesarle por el otro lado. Espantosa imagen. El propio torero se puso en pie. Se taponó la herida y salió andando hacia la enfermería. Ese lugar en el que espera don Máximo García Padrós, el ángel de los toreros, y Dios para los creyentes. Poco más queda en esa cuenta atrás en la que se disparan los temores. La negritud del túnel de la enfermería. La plaza de Madrid se conmocionó. Tanto fue así que cuando salió Uceda, mató al toro que era lo que le correspondía como director de lidia, y el festejo acabó, muchos se quedaron en la plaza. Había esa sensación, desagradable y perturbadora, de necesitar saber si el torero estaba con vida. Yo no llegué a ese punto. Al ver la brutalidad de la cogida en la distancia había urgencia de saber el alcance. Si nuestro patrón el día antes había sido capaz de hacer de nuevo el milagro o no. Las imágenes de la sala de prensa que daban a través del Plus dolían hasta el infinito. Hirientes de veras. Camino desesperado hacia la enfermería. Las caras blancas, preocupación extrema, ¡qué no pasaría la familia! En la plaza se encontraba, como siempre, discreta y perdida por alguna localidad donde pasar la angustia de ver a su hijo en Madrid sabiendo que se va a jugar la vida con una verdad de otro tiempo, Mary Fortes, que ya fue novillera en los años 70/80 y tiene en el alma la tauromaquia, aunque ahora lo sufra con la misma sangre de sus venas. No creo que haya mayor dolor. En esos momentos, los peores, los de la espera, nadie sabía nada mas todo el mundo quería creer. En el callejón su padre vio toda la escena y no se libró Verónica, su hermana. Todos a una esperaban en la enfermería mientras en el quirófano se practicaba la intervención. Palabras de ánimo, buscar consuelo en el menor detalle. Una hora y media, dos horas tal vez, es difícil hablar de tiempos cuando la vida está en juego, salió el parte médico. «A mi madre la tuvieron que sujetar cuando nos dio el parte el doctor, era impresionante lo cerca que había estado el pitón de tantas arterias vitales», admite Verónica. De ahí a la UVI del hospital San Francisco de Asís. Esperaba la noche. La de los minutos interminables. Cada hora es vital para la evolución, para volver a encontrar el buen camino. Antes de pasar de día a eso de las once y media de la noche, entraron a verle. Saúl ya estaba consciente, tranquilo y en paz, «estas cosas pasan cuando uno quiere ser torero», nos transmitía su apoderado Nemesio Matías poco después. Antes del mediodía decidieron subirle a planta para poder encarar con más tranquilidad la recuperación. Todavía hay muchas dudas y la necesidad de llevar a cabo pruebas que descarten posibles lesiones. El pitón topó con la columna vertebral, rozó las arterias vitales como la carótida y la yugular... Un milagro sin fisuras que guardan con tesón Sául Jiménez Fortes en su cuerpo y la familia en el corazón, bajo ese cartel que anuncia en la puerta que no se pueden recibir visitas. El torero necesita tiempo. Ese héroe que vino a Madrid para ser figura.

La historia de Jiménez Fortes es intensa, perturbadora y cruel. No sólo en el ruedo donde esa entrega descarnada le ha costado sumar cornadas sin consideración. Fortes conoce la ingratitud de los despachos, ese entramado taurino, empresarial, contaminado de intereses que manda a casa a tantos a fuerza de desidia. Fortes va al toro por derecho. Llega a él con pureza, lealtad y una entrega que puede doler. Esos valores, en este siglo, deberían tener su premio. Es epiléptico, de introvertida personalidad y alma blanca. La polémica se ha cernido sobre él en los últimos tiempos, se hablaba de torpeza, de descoordinación... De ayer sólo podemos hablar de valor. Valor del bueno para abandonarse a los infiernos en pro del toreo. Con el cuello rebanado, nos cuentan que el torero estaba feliz, le había cogido un toro, pero no había sido por un descuido suyo. No hay lugar a la torpeza. Ojalá la fuerza de su verdad le allane el camino, aunque sea un poco.