Literatura

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Carlos Franz: «Los recuerdos son, en parte, deseos»

La novela histórica «Si te vieras con mis ojos» fue la ganadora de la II Bienal Mario Vargas Llosa

Carlos Franz
Carlos Franzlarazon

El pintor alemán Juan Mauricio Rugendas visitó Latinoamérica en 1822 con la intención de capturar los paisajes y la fauna de la región, según le había encargado Alexander von Humboldt. En Chile, donde por amor permaneció ocho años, coincidió con Charles Darwin. Carlos Franz tomó esa coincidencia histórica, y la relación de Rugendas con una chilena, y los convirtió en una novela que explora las distintas maneras de ver el amor y al ser amado.

–¿Cómo nació la novela?

–Yo quería escribir una historia de amor y hace unos veinte años encontré esta, verídica, de la relación entre Juan Mauricio Rugendas y Carmen Arriagada. Este pintor viajero pasó por Chile, como por muchos países de Latinoamerica durante un viaje largo, de 20 años, que realizó por la región. En Chile, a donde iba por sólo dos o tres semanas, se terminó quedando ocho años, atascado en ese amor. El dato histórico proviene del intercambio secreto de cartas entre ellos, de lo que sobrevive sólo la correspondencia que ella le envió a Rugendas, que la conservó toda su vida. Sus descendientes la tuvieron durante más de 100 años sin saber lo que era y hacia 1950 apareció en Alemania, en un ático, un paquete de más de 200 cartas que nos revelan a una escritora epistolar extraordinaria.

–En veinte años, habrá investigado mucho a sus protagonistas...

–Leí bastante, visité lugares, seguí la ruta de Rugendas por América, visité los museos en que se encuentran sus obras. También leí mucho sobre el otro gran protagonista de la novela, Charles Darwin. Así como me interesa la pintura, me interesa también la ciencia y la teoría de la evolución. Todo este proceso fue tan entretenido que habría podido seguir en ello hasta ahora, pero llegó el momento de dejar de divertirme y pasar a lo verdaderamente difícil: escribir la novela.

–¿Qué hay de verídico, además del romance entre Rugendas y Carmen, en esta historia?, ¿cómo entró Darwin en el triángulo?

–Son personajes históricos, pero muy transformados por la ficción. Yo he empleado una época histórica como telón de fondo para pintar sobre ella esta historia, y también unos personajes históricos para pintar sobre ellos mis versiones acerca del amor. Esta historia, la verídica, me parecía conmovedora, y me gustaban las posibilidades que daba, pero el triángulo adulterio, que ha sido narrado tantas veces, era muy convencional. Cuando, en el curso de mis lecturas, encontré que el joven Darwin había llegado a Chile a bordo del Beagle en el mismo mes y año que Rugendas, me pareció que era una oportunidad que quizá la Historia perdió, pero que la novela no iba a perder. Así, enfrenté al pintor romántico con el científico; las dos miradas sobre el amor: una apasionada, entregada al entusiasmo y al deseo, y otra calculadora, pretendidamente más objetiva y pragmática. Por supuesto, Darwin va a ver cómo esos cálculos siempre fallan frente a la realidad avasalladora de la pasión.

–La narradora, Carmen, es el personaje menos conocido, pero quizá el más interesante de la novela...

–Ella es el eje de esta historia. Hay tres hombres alrededor suyo: el marido, el amante pintor y el amante científico, que va a ser seducido por ella. En el centro de este triángulo, y manejando los hilos que conducen hacia los vértices, está ella. Por eso lo natural era que Carmen contase la historia. También me interesaba reflejar en la voz de ella la ansiedad por saber cómo la veían los demás y cómo la veía, en particular, su amante, el pintor. Porque creo que una de las grandes

incógnitas de las relaciones amorosas, tanto para las mujeres como para los hombres, es la cuestión de cómo nos ve el ser amado.

–La idea de las distintas maneras de ver la realidad se repite. Además de la visión romántica frente a la científica, se enfrentan los acontecimientos como ocurrieron y como son recordados y las diferentes perspectivas de los personajes, que Carmen, al narrar, trata de intuir e

incluso cuestiona...

–Carmen, como narradora, es crítica. Va cuestionando los testimonios que los otros le dan acerca de sí misma y de los acontecimientos que les ocurren. Cuando hay un gran terremoto, ella pone en duda que haya ocurrido, después de haberlo contado ella misma. Ese procedimiento tiene una justificación interna en el relato porque su amado, Rugendas, es un romántico, un hombre exagerado que no cree en la servidumbre a la realidad y que, por lo tanto, se siente en el derecho de decorarla, mejorarla y de cambiar las fechas, como haría un escritor. Además, hay otras posibilidades abiertas en la novela. Se podría pensar que ella inventa este relato en la medida en que lo escribe, ya que es escritora. Hay un par de pistas que dejan entrever la posibilidad de que alguien que siempre soñó con vivir un gran amor romántico se inventa toda esta historia, aprovechando que la memoria es una forma de invención y los recuerdos son, en parte, deseos.

–Y usted, ¿es más Rugendas que Darwin?

–Un poco de ambos. El novelista es finalmente todos sus personajes y cuando una novela funciona bien es porque no se entrega a ninguno de ellos, sino que los pone en tensión. Eso se produce cuando uno pone sus propias fuerzas en un equilibrio inestable. Yo sí tengo un aspecto romántico, si no, no sería novelista, creo que hay que serlo para dedicarse a la ficción en un mundo como este. Pero también hay que ser racional y equilibrado, porque es un oficio que exige horas, meses, años de aprendizaje.

–Después de ganar el premio dijo que ninguna autoridad de su país le había enviado mensajes de apoyo, ¿qué opina de esa distancia entre la política y la cultura?

–Nuestros políticos hablan de la cultura cuando la necesitan, pero demuestran una indiferencia práctica hacia ella cuando no les sirve directamente. Con eso hacen una muy mala pedagogía pública, porque le piden a la gente que sea culta, que lea y estudie, pero no dan el ejemplo dando importancia a las obras que producen la literatura o la cultura.

–Usted perteneció a la llamada nueva narrativa chilena, ¿cómo ve el panorama literario actual en su país?

–Chile vivió una década en que las obras de los que hacíamos literatura con aspiraciones de calidad teníamos muchos lectores; había un matrimonio feliz entre estos autores y el público. Luego las cosas se fueron normalizando, para bien y para mal. Hoy en día lo que más se vende en Chile no son autores chilenos serios, sino literatura de consumo, como ocurre en el resto del mundo. Es lamentable, porque perdimos esa relación entre el público y sus autores que habría que haber cuidado mejor. El gusto promedio literario ha bajado en toda la órbita del idioma, no sólo en Chile. Tenemos más obras publicadas, pero cuando uno mira las listas de libros más vendidos descubre que la mayor parte corresponde a literatura prefabricada.