Mujeres enamoradas

A estas tres mujeres que vivivieron realidades tan duras pero, también, tan lejanas en el tiempo y el espacio, las une un suave ovillo de lana invisible a los ojos de los demás (¿es el cabo blanco como la inocencia o rojo sangre?), la soledad y el mismo afán de supervivencia y lucha, aunque anden desesperadas. En los años 70, Luisa, una soltera de mediana edad, se enfrenta a un cáncer muy feo; durante los 20, la delicada Violeta debe aprender a vivir sin el hombre que quiere; y, desde los 40 (en efecto, también están aquí los ecos encima de la Guerra Civil), Inés teme por su hombre escondido, al que no ve desde hace dos años. Tres historias que narra la cineasta entrecruzadas y con varias secuencias «repetidas» (el pinchazo en el dedo, un brutal rapado) con extremada delicadeza y una atención inusual en una debutante por la producción artística. Sí, la directora siembra de símbolos y metáforas la película entre flores, judías, abandono y dolor, aunque en algunas ocasiones corra el riesgo de parecer impostada. Una gran interpretación de las tres protagonistas (sobre los personajes masculinos, meras comparsas de la acción, poco hay que hablar) arropa esta mimada cinta influida por aquella Coixet de «A los que aman». Y, aunque el vindicativo final se quede un poco descolgado, no le perdamos tampoco el hilo a Paula Ortiz, que al menos parece tomarse este trabajo en serio.