Historia

Estocolmo

Anormal austeridad

La Razón
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El Primer Ministro sueco, Olof Palme, vivía en su casa en el centro de Estocolmo y una noche invitó a su mujer al cine yendo en metro, andando y sin escoltas. Desgraciadamente su gesto de normalidad hizo patente lo necesario de la seguridad, incluso en Suecia, porque una nebulosa mafia policial de ultraderecha le disparó un tiro mortal. En la esquina en que cayó hay una placa en el suelo siempre cubierta de flores. Años después, la ministra de Exteriores acudió, también sola, a hacer sus compras en unos grandes almacenes y un perturbado la apuñaló hasta la muerte. Está enterrada en un precioso cementerio urbano en donde los suecos hacen pic-nic entre las lápidas. El anciano Sandro Perttini, que no vivía del socialismo que profesaba, acudía a trabajar al Palacio presidencial y almorzaba, cenaba y dormía con su esposa en su domicilio de toda la vida. No podía pagarse un buen odontólogo y cenando con nuestros Reyes en la Zarzuela se le cayó un empaste. La reina se dio cuenta de sus molestias y le cortó un cuadradito de queso para que pudiera obturar el orificio. Gente muy importante pero también normal que vivía sin necesidad de ordeñar la vaca del Estado. Nuestros nuevos socialistas de la tercera vía (¿qué será eso?) no sólo hacen doblete con la flota de respeto acudiendo varios miembros/as al mismo sitio en distintos aviones, sino que los tienen a la orden del partido, y gastan casi un millón de euros en catering cuando más de dos millones de españoles reducen su alimentación por la crisis. Es una forma de ser la de esta gente. El Dr. Gregorio Marañón decía que ser liberal es como ser limpio. La austeridad debe ser la gimnasia del servidor público.