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Chicago

En la mente del monstruo

Trabajó para el FBI e inventó la expresión «asesino en serie». Robert K. Ressler fue el primero en intentar comprender cómo funciona la mente de estos criminales. Para conseguirlo realizó entrevistas con algunos de los más peligrosos, recogidas en este imprescindible volumen. Ésta es su escalofriante historia.«Asesinos en serie»Robert K. ResslerAriel356 páginas,20,90 euros. 

En la mente del monstruo
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¿Qué es un asesino en serie? Alguien capaz de decirle a un oficial del FBI que podría arrancarle la cabeza y ponerla sobre la mesa de la sala en la que está entrevistándolo. Así le susurró Edmund Kemper, llamado «El asesino de las colegialas», a Robert Ressler, reconocido en el mundillo policial por haber inventado el término «asesino serial». También porque tuvo que vérselas con criminales pesados, como el clan de Charles Manson, por ejemplo, o el gigantesco Edmund Kemper, que cuando le espetó aquello ya había asesinado a dos de sus abuelos, a su madre y a las seis colegialas. Así lo cuenta en «Asesinos en serie» este antiguo miembro del Ejército, que reúne un conjunto de textos en los que disecciona la mente y la silueta de los criminales.

Un destacamento de Virginia
Sobre todo la de aquellos que «están obsesionados con una fantasía que les empuja a cometer el próximo asesinato», tal como Ressler los define en el libro, un trabajo que es fruto de los más de veinte años que estuvo al servicio del FBI como eficiente negociador con rehenes y como un conversador atento y sutil. Ressler vio al primer asesino serial en el año 1946. Tenía entonces nueve y en la ciudad de Chicago, un estudiante mató y violó a una niña y dos mujeres. Su carrera profesional debió esperar hasta la década de 1970, sin embargo, para poder involucrarse en esta clase de investigaciones.

En Virginia, en un destacamento militar, sobresalió en una especialidad: la preparación de perfiles de personas y en la confección de entrevistas. Maestro de la persuación (Ressler ha sido asesor en películas como «El silencio de los corderos», protagonizada por Anthony Hopkins, que daba vida a uno de los criminales más inteligentes y temidos del cine) enseguida descubrió que si se quería averiguar de verdad cómo funcionaba una mente asesina, primero había que penetrar en ella. La pregunta que se hizo en ese momento fue :¿cómo? La respuesta resultó tan sencilla como complicada: hablando con los asesinos.

Ressler señala que le obsesionaba conocer sus motivaciones. Así, al poco tiempo llegó a la primera conclusión: los asesinos en serie no buscaban una satisfacción económica, pues lo suyo no tenía que ver con lo monetario sino con lo emotivo, lo cual hacía que se volvieran más peligrosos y difícil de coger. «Algunos pueden decir que lo que atrapa al asesino es el perfil», explica. «Y no es verdad. Quienes los atrapan son los policías con la ayuda de ciudadanos normales y corrientes. Desde luego, con un poco de suerte».

Las gafas para Manson
Antes de que Ressler impulsara la moda de entrevistar a los asesinos, los agentes pensaban más en el uso de la fuerza que en el uso de la persuasión. Si él hubiese seguido con esa técnica antigua, recuerda Ressler, no hubiese podido mantener una conversación con Charles Manson (a quien llegó a regalarle sus gafas de sol) ni con los otros miembros de «La familia», como Squeaky Fromme y Sandra Good, las dos chicas que siguieron creyendo que Manson era un enviado celestial y no el responsable de varios asesinatos, entre ellos el de Sharon Tate, quien por entonces estaba embarazada del director de cine Roman Polanski.

«El que lucha con monstruos debería evitar convertirse en uno de ellos en el proceso», dice la frase de Friedrich Nietzsche en el inicio del libro. Eso es lo que precisamente Ressler temió cuando, en una de las primeras entrevistas, se encontró con Edmund Kemper. El hombre que había matado a las colegialas pesaba 136 kilos, era altísimo y extremadamente inteligente. Al acabarse la conversación, Ressler pulsó el botón para llamar al guardia pero el guardia, no apareció. Pasaron quince minutos y el guardia siguió sin aparecer. No había nadie más que ellos dos en esa sala diminuta. Entonces Kemper le dijo: «Te podría arrancar la cabeza y ponerla sobre la mesa para que el guardia la viera al entrar».

Ressler nunca supo si se lo decía en serio o en broma. De lo que estaba seguro era de que se encontraba frente a una persona peligrosa. Desde entonces, se instauró un protocolo muy estricto: los agentes del FBI hacen las entrevistas en pareja.

 

Sobre el autor
Robert K. Ressler nació en Chicago en 1937. Es toda una eminencia en cuestiones de asesinos en serie. No sólo por haber creado el término, sino porque se ha entrevistado con casi todos ellos, incluido el carnicero de Milwakee
Ideal para...
leer en vacaciones, con todo el tiempo del mundo
Un defecto
A veces cae en un tono policial, burocrático, que refleja una forma de narrar semejante a las series televisivas americanas
Una virtud 
Ressler, más allá de que tiende a la clasificación simple, lo cierto es que demuestra no fallar en sus sospechas. Sobre todo en las entrevistas americanas
Puntuación
7