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¿Qué pasó a bordo del buque fantasma «Mary Celeste»?

A la deriva, así encontraron el barco en el que debía haber diez tripulantes, pero que sin embargo estaba desierto..., aunque con todo en su sitio

¿Qué pasó a bordo del buque fantasma «Mary Celeste»?
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A la deriva, así encontraron el barco en el que debía haber diez tripulantes, pero que sin embargo estaba desierto..., aunque con todo en su sitio

La increíble historia del velero bergantín estadounidense «Mary Celeste» será ya siempre, si nadie lo remedia, un gran misterio insondable del mar; un secreto histórico fagocitado a la posteridad por el inmenso océano.Cada vez que me sumerjo en este insólito enigma, afloran a la superficie nuevos interrogantes sobre lo que pudo suceder a bordo de aquel buque fantasma antes de que el 5 de diciembre de 1872, el barco inglés «Dei Gratia» avizorase en la lejanía el bergantín abandonado a la deriva entre las Azores y Lisboa.Sobre la una de la tarde, un marinero del «Dei Gratia» distinguió una vela blanca hacia el nordeste, a 600 millas de la costa portuguesa, al norte de la ruta directa entre las Azores y Gibraltar.

Al capitán David Reed Morehouse le extrañó ya que el barco silueteado en lontananza navegase en zigzag. Poco después, a sólo media milla del mismo, observó el puente de mando con sus prismáticos y quedó pasmado: no había ni un alma. ¿Cómo era posible que el bergantín navegase sólo con el foque y el trinquete, estando las demás velas plegadas?

El capitán ordenó a tres de sus hombres que abordasen el barco para escudriñarlo. El primer oficial Oliver Deveau redactó luego un informe de todo lo que vio. Sondeó primero las bombas de achique, que estaban «en buen orden», según anotó él mismo, pero revelaban la presencia de un metro de agua en la cala. «Había una cantidad de agua considerable en el entrepuente; el puesto de proa estaba lleno hasta el bordaje», añadió.

Comprobó después que la última anotación en el cuaderno de bitácora correspondía al 24 de noviembre, y que algunos objetos imprescindibles para navegar habían desaparecido, como el sextante y el cronómetro; faltaba también la corredera, que medía la velocidad del barco.

Había muchas reservas de agua potable en el interior de grandes toneles sobre soportes de madera que habían sido desplazados, «como bajo los efectos de una ola grande que hubiese entrado a bordo». Deveau fue incapaz de contar ya las barricas de alcohol, pero supo luego que eran 1.700 por valor de casi 37.000 dólares.

- Sólo tres

Para colmo, en la cocina del barco, sobre el fogón aún caliente, halló una cacerola que contenía un pollo recién cocido; y en la mesa servida con tres platos de comida, observó también tres tazas medio llenas de té aún tibio. Encontró, por último, tres camisas puestas a secar. «¿Por qué solamente tres?», se preguntó.

De su minuciosa inspección ocular, concluyó que los diez tripulantes del «Mary Celeste» habían abandonado el barco poco antes con precipitación. Pero enseguida le asaltó la duda: ¿Por qué esa fulminante reacción si el bergantín se hallaba en buen estado?

Tras tantos ríos de tinta vertidos sobre este enigma, señalamos ahora algunas versiones dispares, la primera de las cuales resulta un tanto novelesca: el cocinero del «Mary Celeste» enloqueció y envenenó uno tras otro a toda la tripulación, empezando por el capitán Benjamin Briggs, la noche del 24 de noviembre; de ahí, su última anotación en el cuaderno de bitácora. El 4 de diciembre sólo quedaban a bordo tres hombres, para quienes el cocinero preparó un pollo sobre el fogón y sirvió luego tres tazas de té envenenado, arrojando luego sus cadáveres por la borda. Pero al divisar el «Dei Gratia», recuperó de repente la razón y quiso expiar su horrible crimen lanzándose él también a las olas.

Si esta hipótesis resulta rocambolesca, la segunda no lo es menos: el 4 de diciembre la tripulación se hallaba en cubierta, excepto el capitán Briggs, su esposa e hija. De pronto surgió de las aguas un pulpo gigante, el temible Kraken, que con sus múltiples brazos barrió el puente y dirigió hacia sus fauces a todos aquellos infelices. Al oír los gritos de espanto, la familia Briggs salió a cubierta y corrió la misma suerte. Por eso se hallaron tres tazas de té aún caliente, tres camisas puestas a secar y un pollo medio cocido.

Veamos una tercera: confiados en el buen tiempo, el contramaestre y el capitán saltaron al agua para bañarse. La tripulación se asomó a la amura de estribor para verlos. Pero de repente se levantó el viento. Una terrible ráfaga tumbó al bergantín de costado poniendo fin a sus vidas.

Y para los más osados, la versión de J. L. Hornibrool publicada en el «Chamber’s Journal», según la cual los tripulantes fueron capturados por los piratas del Rif. ¿Realidad o fantasía? Tratándose del «Mary Celeste», cualquier explicación es posible.

El aspecto más interesante de las investigaciones realizadas sobre el «Mary Celeste» hasta la fecha es, sin duda, la probada relación de amistad entre su capitán Briggs y Morehouse, su homólogo del barco que lo descubrió navegando en solitario en pleno océano. ¿No es sorprendente acaso que entre todos los buques que surcaban entonces las aguas entre Lisboa y las Azores fuese precisamente el «Dei Gratia» el único que avistase al buque fantasma? El descubrimiento de esa relación amistosa entre Briggs y Morehouse dio rienda suelta a las especulaciones. Para nadie es un secreto que a lo largo de la historia marítima algunos capitanes han hundido su barco para cobrar la prima del seguro. Pero en este caso concreto, resulta descabellado pensar que los dos capitanes fueran capaces de confabularse para repartirse un paupérrimo botín de 1.700 libras esterlinas, el valor establecido por los tribunales como indemnización por el rescate.

@JMZavalaOficial