Nuevo pontífice

Música
No es posible separar a Manuel Carrasco de su sonrisa: está ahí todo el rato, en su rostro atractivo, como una arrolladora invitación a la alegría, y eso solo puede interpretarse como la actitud natural de quien se sabe un privilegiado y exterioriza sin recato alguno su agradecimiento por los dones que le dispensa la vida. Parece, además, que cuando trabaja es como si jugara, por más que se lo tome extremadamente en serio, pues no actúa como alguien que cumple por obligación, y a su pesar, con la parte menos grata de su oficio, la de tener que explicarse ante los indiscretos periodistas, esa raza de fisgones, sino como si disfrutase de veras con todos los aspectos de su profesión.
El artista onubense, de 44 años, presenta un nuevo disco, «Pueblo salvaje II», el noveno de una carrera que se acerca al cuarto de siglo, y sale a la calle a defenderlo con todas sus armas, que pueden resumirse en una sola: la palabra. La suya es la de alguien que desde que guarda memoria empezó a escribir un manual de resistencia y a levantar el andamiaje por el que treparían sus sueños, pues todo lo que ha obtenido, que es muchísimo, se lo debe a su perseverancia y aguante.
Su nuevo disco se sitúa entre el espíritu flamenco y el folclore sudamericano. De lo primero sabe latín y griego, pero ¿dónde ha aprendido la esencia de los ritmos de América del Sur?
De lo que he ido escuchando a lo largo de mi vida. Los ritmos del otro lado los tengo interiorizados desde pequeñito. Y también por el tema del carnaval de mi tierra: los cambios de ritmo, el hacer piezas como un popurrí, el meter diferentes músicas, esa suma de cosas. Este es uno de los discos donde me he sentido más libre componiendo. Sí, sí, nacía de mí y no he ido a buscarlo, eso es. Ha sido el disco más espontáneo que he hecho y el que menos he tardado en terminar, aunque no por ello ha tenido menos trabajo. Y casi todo ha nacido desde la guitarra, por eso es muy rítmico.
¿La conquista de América es una asignatura pendiente?
Estoy en esa lucha, sí. No he tenido la continuidad que hubiera querido y voy a dar el último arreón y a ver si lo conseguimos. Al final, depende de otras muchas cosas, no solo de la música, aunque esta sea lo más importante. Pero hay que hacer un trabajo grande y en eso estamos.
Sus comienzos no fueron fáciles, pero hace demasiado que la suerte está en su equipo. ¿El éxito continuado puede atrofiar el instinto de supervivencia? ¿Cuánto hace que no recibe un no?
Seguramente el éxito sí puede atrofiar el instinto de supervivencia, pero yo vengo con un bagaje… de menos cero. Hay una parte en mí que tiene eso muy presente. Por cómo me he criado y curtido en la vida. Vengo muy marcado por el niño que fui. Mi infancia fue muy fuerte. Mi vida ha cambiado, evidentemente, hacia arriba, sí, y soy muy consciente de ello, pero cuando me bajo del escenario escapo para el lado contrario. Y el «no» me lo dicen continuamente. Esto no es solo una cosa artística, hay una industria detrás. A mí me miman, pero no me dicen a todo que sí. Y tampoco me gustaría. Y tengo gente que me dice que no en lo creativo, en lo artístico. Yo soy muy preguntón y bastante inseguro por naturaleza. No las tengo todas conmigo y le pregunto a todo el que pasa: «Quillo, ¿esto tú cómo lo ves?». Lo que me puede gustar esta tarde, mañana lo estoy tumbando.
Ostenta el récord de número de asistentes a un concierto de un artista español, casi 80.000, y es el único español que ha agotado las entradas en el nuevo Bernabéu. ¿Por qué gusta tanto Manuel Carrasco?
Ja, ja, ja. Eso me abruma un poco. No considero que tenga ese valor añadido en comparación con otros compañeros. Pero eso son datos, sí, es verdad. Lo que sí me alegra es que le haya pasado a alguien con mi historia. Porque me ha pasado después de diez años de carrera comiéndome lo peor. Era impensable que pasara esto, pensé en tirar la toalla. Es que a mí me llevó diez años hacer un gran primer escenario…
Una de sus nuevas canciones se titula «Mi dignidad». ¿Cuántas veces, en su casi cuarto de siglo de carrera, sintió que peligraba su dignidad?
Pocas veces, si te soy sincero. No me ha temblado el pulso cuando he tenido que decir: me doy la vuelta y me voy. No me atraía el llegar a tener cierto reconocimiento, o éxito, por el camino que no era. En mi pueblo tenemos poco y lo que tenemos no es de mucho brillo, pero hay un fuerte sentimiento de pundonor y dignidad.
Los marineros no se ponen camisa, pero miran a los ojos.
¡Ay! ¡Total! Qué bien dicho. Y es verdad.
Ha formado una hermosa familia y lleva una existencia plácida. ¿Extraña a veces la vida salvaje anterior a esta?
Todo el rato. Ja, ja, ja.
Hábleme de esa vida, la corsaria, en los bares.
Viví toda esa parte en el centro de Madrid. Es verdad que ha influido en mi obra, pero creo que también está en el ADN. He necesitado cierto equilibrio para escribir de una manera más clara el bagaje que tenía. Cuando he estado muy desordenado mental y espiritualmente, me ha costado más ver en esa selva de cosas. Pero eso lo tengo dentro, amigo, y no se va de ahí.
El fuego tiene una presencia constante en el disco. ¿Dónde está el fuego ahora mismo en su vida?
El fuego lo enciende todo y te activa. Y lo necesito para levantarme cada día. Y la gran hoguera la vamos a hacer en la gira que viene ahora, que va a ser increíble. Pero el fuego sería también la familia. Es el motor que ahora mismo mueve mi vida.
Recurrió a la terapia profesional. ¿Sigue formando, puntualmente, parte de su vida?
Sí, es algo que viene bien para ordenar las cosas. Hice un disco que se llama «Habla» y creo que es importante hablar de las cosas que a uno le pasan por dentro. Porque cuando las sueltas, te escuchas desde fuera y acabas aprendiendo mucho. La voz que se queda dentro confunde. Y yo soy un gran hijo de puta en ese aspecto, un gran enemigo mío por momentos y es jodido.
Los políticos son una élite que se ha blindado a sí misma con el dinero de todos, y sus errores, a diferencia del resto de los mortales, no tienen consecuencias. ¿Se puede seguir creyendo en ellos después de todo lo que estamos viendo y sufriendo?
Es bastante difícil. Cada vez es mayor la desafección con los políticos. Nunca he entendido por qué se es político antes que persona. Puedes ser de un bando o del otro, pero dentro de tu bando habrá cosas con las que no estés de acuerdo. ¿Por qué defienden la idea que tienen como partido y no lo que piensan? ¿No hay gente que tenga voz propia para decir que no está de acuerdo con esa parte? Esa falta de autocrítica no la veo normal. Es algo que no se puede entender.
Nuevo pontífice