Pintura

La naturaleza del color

El Museo Ruso de Málaga expone una muestra de Jawlensky

La naturaleza del color
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Aún está presente el influjo de la Navidad y la traca final de estas tres semanas de fiesta llegará esta noche con la venida de los Reyes Magos de Oriente. Puede que la lluvia lo tenga todo preparado para chafar la cabalgata, pero la ilusión de los más pequeños y el empeño de autoridades y padres por no decir que no, harán que las calles se llenen de carrozas aunque el agua esté prevista en la mayoría del territorio andaluz. Cada pueblo tiene ya listo el ceremonial de recepción que se adapta a las peculiaridades locales o geográficas, y así se esperan las imágenes más espectaculares de los magos coronados y envueltos en armiño: llegadas al son del estruendo de las latas en Algeciras, espectaculares slálones por Sierra Nevada o en camello por el entorno de Doñana.

Cualquier cosa es posible si se sigue teniendo fe en los magos aunque sus reliquias, verdaderas o falsas, permanezcan custodiadas desde el siglo XII en la catedral de Colonia. Para complementar, varias propuestas se presentan en este fin de semana de mañanas de regalos. Recuperamos la exposición del Museo Ruso de Málaga, «Alexei y Andreas Jawlensky: la aventura del color», con la que se rescata el trabajo de un pintor clave de la primera y segunda mitad del siglo XX. El primero de ellos, salió de Rusia para buscar una trayectoria profesional como pintor que le llevó a Alemania, donde se dio de bruces con el expresionismo. El movimiento estaba en su apogeo y pronto formó parte del grupo «El pájaro azul» en el que militaron Vasili Kandinski y Marianne von Werefkin, con la que abandonó su Rusia natal en 1896 junto a Ígor Grabar y Dimitri Kardovski. Juntos protagonizaron una importante experiencia pictórica que desembocaría en la difusión actual de sus trabajos. En sus inicios, hay ciclos que recuerdan la atmósfera religiosa de su país natal mediante la reinterpretación del universo de los iconos mientras que revisa la influencia que sobre él tuvo Iliá Repin, con quien tuvo un proceso de aprendizaje. Desde 1890 a 1900 trata de adecuarse al país que lo recibió y además intenta buscar un estilo propio que no logrará hasta unos pocos años más tarde. Jawlensky lo encuentra y de manera inconfundible. Así lo explica el propio pintor: «Acojo el día con júbilo para trabajar y me paso el día reflexionando sobre mi obra. Siento que he envejecido como si hubiera vivido dos vidas, pero en cambio he rejuvenecido para mi actividad preferida. Todo es de lo más sencillo. Me encontré a mí mismo cuando entendí que mi yo, que mi mirada sobre la vida y mi interés por el arte son tan intensos que requieren otra manera de pensar; al fin y al cabo, la sensación persistente del color de la naturaleza vive en mí. Encuentro una alegría inmensa en el trabajo y busco una forma propia de expresar mis impresiones». Esta comunión con la naturaleza se incrementa mediante la presencia de pasión y espontaneidad. La muestra se completa con una serie de piezas de su hijo Andreas, cuya producción siempre se produjo bajo la sombra de su padre pero sin contar con el sentimiento religioso de éste y más cercano al postimpresionismo. También están presentes una serie de piezas de autores vinculados a Rusia y a ambos creadores.

Amor y dolor en Misisipi

Cambio de tercio, para hablar de uno de los libros que pueden marcar la temporada literaria de España. Berenice, sello de la editorial Almuzara, acaba de publicar «Mudbound», el best-seller de la exitosa Hillary Jordan coincidiendo con el estreno mundial de la película homónima que puede llevar a Netflix hasta los premios Óscar. Se trata de una obra profunda que traslada al lector hacia uno de los episodios más controvertidos de la historia de Estados Unidos. En el sur, en Misisipi, acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial y dos familias, una blanca y otra negra, deben convivir mientras sus roles sociales han cambiado. Se trata de un repaso a las pulsiones de odio y rencor del ser humano. Como afirma la novelista y ensayista americana, Barbara Kingsolver, «sus personajes caminaron directamente desde el Misisipi de los años cuarenta hacia la zona de mi cerebro donde residen la simpatía, la ira y el amor, dejando mi corazón palpitante. Todavía están conmigo». En este multipremiado libro de Jordan, los prejuicios adquieren muchas formas, tanto sutiles como brutales; y todo por el color de la piel de los protagonistas, un hecho que separa a dos familias, una blanca y otra negra, que después de muchos años se encuentran y deben vivir juntas con la misma precariedad pero con distintos estatus.