Festivales de Música

Sónar, otros mundos son posibles

El festival arranca su faceta popular con el éxito absoluto de las propuestas de realidad virtual y el audiovisual inmersivo, en una tarde que tuvo a Arca como gran reclamo

La artista Destiny Frasqueri, parte del dúo musical Princess Nokia, durante su actuación ayer en la primera jornada del Festival Sónar 2017
La artista Destiny Frasqueri, parte del dúo musical Princess Nokia, durante su actuación ayer en la primera jornada del Festival Sónar 2017larazon

El festival arranca su faceta popular con el éxito absoluto de las propuestas de realidad virtual y el audiovisual inmersivo, en una tarde que tuvo a Arca como gran reclamo.

Cuando hace calor, a la gente le gusta quitarse los zapatos. En el Sónar ocurre, y luego los pisas y la gente se enfada, pero poco, no hay lugar para el mal humor y el resentimiento en esta celebración de la música, la creatividad y la tecnología. Las zonas de sombra eran los lugares más buscados a primera hora de la tarde en el arranque de verdad del Sónar, la auténtica zona de los pies descalzos. Había pies alemanes, e ingleses y franceses y españoles y bailaban felices mientras esperaban a Princess Nokia, uno de los reclamos del día, que se retrasó casi una hora.

La neoyorquina llena de vigor el discurso feminista posmoderno con un hip hop de atmósferas oscuras, con una de esas voces agudas que deben ser terribles cuando la sacan de sus casillas en una discusión, pero en el Sónar sonó auténtica, ingeniosa y relevante. Con la bandera de Puerto Rico presidiendo el escenario, Nokia incluso llegó a lanzar al público unas coloridas colchonetas, para que tuviesen la sensación de día en la piscina y chapuzón, algo que en el año de la absoluta explosión de la realidad virtual en el festival, era virtualmente una realidad.

Antes, un tal Tommy Cash puso sentido del humor e ironía punzante con una especie de electro hip hop reivindicativo. Llegado de Estonia, estuvo apoyado por vídeos almodobarianos como el de una chica apoyada en un inodoro utilizando un secador para secar su entrepierna. Aquí apareció el «look» del día, un hombre joven y aguerrido con unas llaves como pendiente, lo que estéticamente era bonito, pero sobre todo práctico, si no abre cada noche las puertas de su casa con la oreja, claro.

Otra de las novedades de este año, el escenario SónarXS, reservado a las propuestas más jóvenes y arriesgadas, fue muy aplaudido, desde los rígidos y cortantes ritmos de Toxe a los más directos y divertidos BSN Posse. El delirio ya llegó con Yung Beef, uno de los fenómenos del trap nacional. No se les entendía la mayoría de las veces al rapear, pero cuando si lo hacías el efecto era mayor. No dejaban de entrar y salir del escenario, como si hubiese una fiesta paralela detrás de las cortinas doradas que enmarcaban el escenario. Fue breve, pero intenso. Y llegó al final el descaro de Yves Tumor, una especie de Tricky a mil revoluciones que acabó entre el público, todos extáticos ante su hip hop ruidista e industrial, el no va más ahora mismo.

Dentro de la cúpula

Porque no hay tiempo para aburrirse en el Sónar. Por ejemplo, uno puede entrar en la cúpula del Movistar 360 grados, estirarse en el suelo, y sentirte levitar impelido por imágenes y sonidos envolventes que te hace preguntarte si no eres más que un tatuaje del suelo. O pasar por la zona Realities+D y vivir en diferentes mundos posibles, desde ser un dinosaurio a sentirte inmerso en una maraña de escenarios imposibles. Es gracioso ver a una veintena de personas juntas todas en experiencias y lugares muy diferentes. Cuando Leibniz dijo que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, no tenía ni idea de cuantos mundos podrían ser posibles en el Sónar.

Pero volvamos de nuevo al protagonismo sin concesiones de la música, porque en esos momentos le tocaba el turno a los ingleses Forest Swords y su electrónica emocional de alto voltaje. Ya fuera con un juego de luces rojo, marcando un discurso de épica en el infierno, o azul, con apuntes de hip hop abstracto, pusieron los pelos de punta, siempre con imágenes de personas solas en ambientes hostiles y cómo lograban superar todos sus miedos. Al mismo tiempo, Dawn, y su soul electrónico hizo que hasta la moqueta verde del SonarVillage bailase. Con rastras kilométricas y dos bailarines que parecían culebras confundidas, puso intensidad y corazón a una tarde que empezaba a librarse del calor. O al menos todos se habían vuelto a poner sus zapatos. «¿Podemos hacer el amor?», cantaba ante su entregado auditorio y eso es lo que logró, que se hiciese el amor, uno grande, divertido, extrovertido y vibrante.

En estos momentos, el Sónar era un hervidero de gente de arriba a abajo, todos en busca de lo último de lo último, en este gran parque de atracciones futurista. Como el espectáculo firmado por Andy Stott en el SónarComplex, que llegó a dejar a una multitud fuera sin poder verlo. Lo suyo es música inmersiva, de bajos tan hondos que te hace creer que te estás ahogando dentro de una gran ola.

Con el atardecer apareció en el recinto del festival la gran atracción de la jornada, el venezolano Arca, con los audiovisuales de Jesse Kanda, que demostró con creces porqué es el colaborador favorito de Björk, con ese toque mágico que consigue hacerte viajar del folklore arcano a los ritmos más contemporáneos con una palmada de manos. Casi una hora antes ya había colas para verle.

Una excelente forma de despedirse hasta la maratoniana jornada del viernes, en que el Sónar volverá a mostrar nuevos mundos en los que perderse. Será el día de, entre otros, Juana Molina, Fat Freddyy’s Drop, Suzzanne Ciani o Bad Gyal. Por la noche, atención a Anderson Paak, Dj Shadow o Soulwax, entre otros. El Sónar no descansa.