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Rajoy y Rivera no coinciden en los corrillos electorales del Palacio Real

El líder del Ejecutivo no habló ni con el líder de C´S ni con Pedro Sánchez, quienes sí se saludaron entre ellos en la recepción. Ambos dejan abiertos futuros pactos pero no se posicionan, y Rajoy cree que tendrá el apoyo para gobernar

Albert Rivera tras saludar a los Reyes
Albert Rivera tras saludar a los Reyeslarazon

El líder del Ejecutivo no habló ni con el líder de C´S ni con Pedro Sánchez, quienes sí se saludaron entre ellos en la recepción. Ambos dejan abiertos futuros pactos pero no se posicionan, y Rajoy cree que tendrá el apoyo para gobernar

Los «corrillos» en el Palacio Real con motivo de la Fiesta Nacional inundan los titulares de los medios de comunicación año tras año con las declaraciones de un político y otro, que en esta ocasión adquieren especial significado a dos meses de las elecciones generales. El comedor de gala el día en que se reivindica la hispanidad y la unidad del país parecía ayer el lugar idóneo para lanzar mensajes movilizadores de electorado.

Sin embargo, dice mucho más la puesta en escena de cada uno de ellos sobre el tablero. El candidato de Ciudadanos a la Presidencia, Albert Rivera, estuvo en todo momento en el centro de la «pista», rodeado por un enjambre de empresarios, periodistas, políticos, en resumen, de invitados, que querían hablar con el hombre del momento. Él lo sabía y lo aprovechó: a las tres de la tarde, cuando sus adversarios políticos se habían marchado ya, él seguía respondiendo cualquier pregunta que fuera necesaria. Más relajado cuando los camareros recogían ya las bandejas, pidió un pañuelo para secarse la frente por la intensidad de la jornada palaciega, pero enseguida se puso al teléfono con el padre de una invitada votante de Ciudadanos que quería hablar con él. Sabe que se la juega, no quiere decepcionar y se notó.

No aclaró si su partido es monárquico o no, pero aseguró sentirse «muy cómodo» con Felipe VI, no descartó un posible pacto con el PP o con el PSOE después de las elecciones, y se despidió del líder socialista, Pedro Sánchez, con un amigable «nos vemos en el premio Planeta». También dijo que asistirá a los premios Princesa de Asturias. «Buenrollismo» estratégico que se traduce en no mover ficha antes de tiempo. Al que «atizó» abiertamente fue a Pablo Iglesias, criticándolo por no asistir a los actos de la Fiesta Nacional. «Para ser presidente del Gobierno de España hay que celebrar el día de España al margen de que seas republicano y monáquico». Tampoco se mostró contrario a su «estilo» político: «No se trata sólo de estar cabreados», sino de «proponer cosas».

Eso sí, aspirante estrella y presidente del Gobierno no se saludaron. Mariano Rajoy abandonó pronto el Palacio Real con motivo del viaje a Nueva York para presidir hoy una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU. El líder del Ejecutivo mantuvo una discreta posición –o prudente distancia– y tuvo una breve conversación con los periodistas, en la que incidió en la importancia de lanzar una imagen de unidad en un día tan representativo como el de ayer, y se mostró convencido de que el PP logrará nuevamente el apoyo de los ciudadanos para gobernar cuatro años más. Evitó hacer pronósticos electorales, pero sí remarcó que las encuestas siguen situando en primer lugar a su partido. Tanto él como el entorno de la Casa del Rey insistieron, ante las ausencias de los tres líderes autonómicos –Íñigo Urkullu, Artur Mas y Uxue Barkos–, y del líder de Podemos, Pablo Iglesias, en que el titular no estaba en eso, y sí en el interés de las cerca de 2.000 personas que acudieron al desfile militar y a la recepción, y de los miles de ciudadanos que también quisieron sumarse a la Fiesta Nacional. Rajoy fue más allá: «Han ido los importantes», dijo con tono desenfadado. El presidente no se refirió directamente a Cataluña, pero sí valoró cuál, a su juicio, es la noticia más importante: «Standard &Poor‘s nos ha subido la calificación y a otros se la ha bajado». Rajoy se refería a que, mientras que la agencia de medición de riesgo elevó la nota de la deuda a España a un aprobado alto con perspectiva estable, hizo una rebaja para la deuda catalana, comunidad autónoma que calificó de «bono basura». «Hasta el Ayuntamiento de Madrid ha conseguido una mejora en su calificación». Y terminó con un guiño que cerró la conversación: «Hay que ser serios, como yo».

Por su parte, Pedro Sánchez mantuvo una actitud neutral. La propia presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, hizo su propia «lectura» y comentó con los periodistas que si el año pasado la «estrella» fue Sánchez, ayer le tocó el turno a Rivera, y no dudó en asegurar que si el líder socialista le «hace ojitos» al político catalán de cara a futuros pactos, ella también. Sánchez tampoco habló con Rajoy, pero sí con Rivera. Al igual que los otros candidatos, predominó el optimismo electoral y dijo que, según reflejan las últimas encuestas, mientras que el PSOE y Ciudadanos suben, el PP y Podemos bajan. Sánchez no quiso entrar en polémica respecto a la ausencia de Pablo Iglesias, descartando opinar sobre la «agenda» de nadie, pero como cabía esperar, arremetió contra Rajoy con la reforma de la Constitución por delante, y le echó encima la «responsabilidad histórica» de no haber reformado la Constitución a pesar de contar con la mayoría absoluta en esta legislatura. El líder de la oposición cree en sus posibilidades de ganar porque marcó distancia respecto a Ciudadanos, recordando que es un partido de centro derecha, por aquellos que lo sitúan en el centro izquierda.

Albert Rivera, también en el medio, en este aspecto. No sólo en los salones del Palacio Real. Lo cual tiene sentido si se tiene en cuenta que preside un partido que aún no ha pisado la arena política. Rivera es consciente de ello y quiso aclarar que es «nuevo», pero no «novato».

Al candidato de Ciudadanos se le preguntó si se ve como presidente del Gobierno después del 20-D, y la respuesta fue prudente. Contestó que eso lo tienen que decidir los ciudadanos, pero que el resultado va a estar «más apretado de lo que algunos pensaban». Su pronóstico es que «nadie va a tener la mayoría absoluta». Tiene claro que van a ser necesarios pactos postelectorales.

Rivera ha visto cómo un partido emergente puede estar en la cima y, de pronto, descender de una forma igual de meteórica. Tiene el ejemplo claro en Podemos, y por eso no adoptó una actitud triunfalista. «En estos momentos es cuando más fría tienes que tener la cabeza», afirmó. «Cuanto más éxito tienes, más humilde hay que ser».

Los Reyes, en el momento que tuvieron libre –en su caso no varía el revuelo a su alrededor año tras año–, mantuvieron una prolongada conversación con el político. Desde que Don Felipe fue proclamado Rey, las conversaciones dentro de los muros del Palacio Real son «off the record», es decir, que no se cuentan –la última vez que trascendió públicamente una declaración suya fue en 2012, siendo aún Príncipe de Asturias, año en que aseguró a los periodistas que «Cataluña no es un problema», y que la situación dependería de la «responsabilidad» de los políticos y de las instituciones–. No obstante, Rivera sí dio una tenue pincelada, pero en mano suya: informó de que había valorado con el Jefe de Estado la importancia del resultado de los últimos comicios catalanes. No se cortó a la hora de hablar sobre la estrategia política del líder de la Generalitat para mantenerse en el poder, y colocó sobre Artur Mas la responsabilidad de la situación actual en Cataluña, en la que los partidos radicales como la CUP amenazan con actuar unilateralmente respecto al resto de España y no cumplir la Ley. Con las quinielas dentro del partido Juntos por el Sí por saber quién será el presidente de la Generalitat, el líder de Ciudadanos no descartó que se celebren unas nuevas elecciones a medio plazo.