Enrique López

Cataluña no es Eslovenia

La Razón
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El análisis de lo que ocurrido en el Parlament, en relación con una pretendida declaración de independencia de Cataluña, es difícil. En medio de la confusión creada, lo que sí está claro es que la inmensa mayoría del pueblo español, de la cual es buen exponente más del sesenta por ciento de los residentes en Cataluña, ni quiere ni acepta la independencia de Cataluña. También resulta buena muestra representativa la postura del Congreso de los Diputados, que en más de un setenta por ciento apoya la acción del Gobierno, a la vez que se hace una sincera llamada al dialogo desde la ley. En un sistema constitucional donde para iniciar una reforma de la Constitución se requiere una mayoría de tres quintos de ambas cámaras o de dos tercios en aspectos básicos, y donde el propio Estatuto de Autonomía de Cataluña, tanto en su versión original como en la definitiva, exige las dos terceras partes del Parlament para su reforma, pretender una declaración de independencia con una pírrica mayoría simple parlamentaria y un más que cuestionable 35 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto en Cataluña, es un acto de cierta impositiva soberbia. No podemos olvidar que la soberbia consiste en un sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos, en definitiva, soberbia, desprecio y absoluto alejamiento de la realidad. La soberbia es un sentimiento típico del ser humano que no suele esconder tras de sí grandes valores, y en muchas de las personas que la ejercen, detrás de esa arrogancia encarnan débiles sentimientos. No seré yo quien predique esta actitud de los que pretenden la independencia de Cataluña, pero la naturaleza de sus actos es la que es. Cuando se compara lo acaecido en Cataluña con lo ocurrido en Eslovenia a partir de 1987, además de cometer un profundo error, se está deslegitimando torpemente la independencia eslovena. Eslovenia formaba parte de una federación en la que se mantenía el inmovilismo comunista, el cual fue superado por los hechos a finales de los 80. Dentro de esta federación, Eslovenia llegó a los años 80 con el doble de renta per cápita que el resto de la federación y con salarios cinco veces superiores a los de las zonas más pobres. Este mero análisis hace que estemos ante dos situaciones claramente distintas y distantes, comunismo frente a democracia. Eslovenia abandonaba un círculo neocomunista para finalmente en 2004, adherirse a la Unión Europea, algo que todavía no ha ocurrido con la heredera de Yugoslavia, Serbia. En el caso catalán, se abandonaría un país de la Unión y la propia Unión Europea para caer en el ostracismo, y ello con poco más de la mitad del parlamento y menos de la mitad de la población. En Eslovenia sus primeras leyes de desnacionalización y la privatización fueron fiel exponente de un tránsito hacia la democracia liberal y representativa, y hacia la economía de mercado, mientras que los que defienden la independencia en Cataluña huyen de la democracia y del libre mercado, algo a lo que las empresas no son ajenas. Cataluña es España y España es Europa.