Reforma constitucional

Dos neuronas

La Razón
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Contiene un lejano son a nacionalsocialismo pero solo es una conjunción aleatoria de fonemas. Los intelectuales guardan silencio; desde la «España invertebrada» de Ortega, obsoletamente elitista, no hay reflexión que escape a la mercadotecnia política de los publicistas; la sociedad civil permanece expectante o indiferente; el centro-derecha no puede comportarse con más prudencia y paciencia, y aquí solo Alfonso Guerra ha pedido la aplicación del artículo 155. Desde el más pálido socialdemócrata al antisistema más encendido todos han descubierto la nación de naciones, la España plurinacional, con la monotonía incansable del Bolero de Ravel. Su Señoría Adriana Lastra, peso fuerte en el sanchismo, sin biografía laboral, ha tirado de Geografía e Historia proponiendo Bolivia como paradigma de Estado plurinacional. Que Dios nos coja confesados si estos son los vientos del nuevo PSOE. La sede presidencial de La Paz tiene por nombre «Palacio quemado», por las veces que lo han prendido, y la primera farola a la izquierda del acceso luce una placa en honor del general Gualberto Villarroel, presidente constitucional, justo donde le ahorcaron las turbas. Bolivia no es un Estado plurinacional, es el estallido de una supernova de nacionalplurinacionalismo con 36 naciones étnicas y otras 6 en lista legislativa de espera. Tras perder con Chile el acceso al mar y El Chaco a manos paraguayas, Bolivia, más que una nación plurinacional, es la obscena obsecuencia de Sucre para colmar la megalomanía de Bolívar, criollo y pisaverde español. Su Señoría Lastra no ha podido hurgar más y peor en sus apuntes universitarios para ofrecernos una amable plurinacionalidad. La ONU, la OTAN, la UE, son plurinacionales, y la diversidad es la única inmutabilidad del universo. Gracias a la multibacterianidad adquirimos nutrientes, pero no es caso de colocar aparte el paquete intestinal. Hasta los tres mosqueteros de Dumas eran cuatro, y una sexóloga estadounidense dice haber descubierto 36 sexualidades distintas entre las siglas LGBTI. El secesionismo expansionista catalán es plurinacional, pluriétnico, pluricultural y plurilingüístico; ya sentenció la dona Marta Ferrusola de Pujol que el problema catalán no eran los españoles, sino los árabes como nuevos charnegos. Con más de seis mil nacionalidades en el mundo, la Historia, la globalización, el desarrollo científico-técnico, han convertido la que fuera esencia tribal en abstracción, y Puigdemont es a Garibaldi o al conde Cavour lo que a periodista: una parodia virtual para dos neuronas.