Historia

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Impostores

La Razón
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En las últimas semanas se ha agudizado el conflicto entre los gobiernos de Aragón y Cataluña por la negativa del conseller Vila de acatar la resolución judicial que ordena devolver las obras de arte al monasterio oscense de Sijena, expoliadas en 1936 por la Generalitat republicana, y que se encuentran depositadas en el Museo Nacional de Arte de Cataluña como botín de guerra.

Hace unos años se vivió un conflicto parecido al aragonés, entre la «Junta de Castilla y León» con la Generalitat, por los llamados «papeles de Salamanca», la exigencia de devolver la documentación incautada a los republicanos catalanes al terminar la contienda fratricida y que se encontraba depositada en el Archivo de la Guerra Civil Española de Salamanca. El asunto se convirtió en uno de los principales focos de movilización nacionalista hasta que, en 2004, Zapatero ordenó que se restituyera la documentación, lo que desató un vendaval político al destruirse la unidad del archivo. La Junta recurrió la devolución ante el Tribunal Constitucional, pero éste el 31 de enero de 2013 falló a favor del traslado, con lo que se puso fin al conflicto y fue un triunfo político del separatismo.

Carles Fonstseré fue el icono nacionalista de la revuelta de los «papeles de Salamanca», al estar depositados en la ciudad castellana desde 1939 sus famosos dibujos. Cartelista de prestigio, fue un activo militante del «Requeté» y dibujante del semanario «Reacción». En 1932 colaboró en la campaña electoral de la derecha catalana, pero la huida de su padre con su amante trastocó al joven Fontseré, que renegó de su ideología y familia, abrazando por despecho el anarquismo y convirtiéndose en el cartelista oficial de la UGT, la CNT, la FAI y el POUM y siendo sus imágenes el icono más conocido de la República. Exiliado en Francia, trabajó de pintor, escenógrafo y fotógrafo. De regreso a España, recibió la «Creu de Sant Jordi» y fue durante años el símbolo del antifascismo. Sin embargo, recientemente se ha descubierto que fue un simpatizante del régimen de Vichy, dibujante de la revista colaboracionista «La Gerbe» y un protegido de las autoridades nazis. El artista y símbolo más célebre de la Cataluña en guerra contra el fascismo, desenmascarado como activo colaborador del nazismo. Fin de la cita.

En la Cataluña de la revancha y de la memoria histórica se recuerda todavía el bochornoso caso de Enric Marco, premiado también con la «Creu de Sant Jordi» en 2001. Secretario general del sindicato CNT y presidente de la «Amical Mauthausen», entidad que agrupa a supervivientes de los campos de concentración nazis. Según contaba, tras la derrota republicana, huyó a Francia y se integró a la Resistencia, detenido y deportado a los campos de exterminio de los que habría sido liberado en 1945. Desde ese instante, habría seguido su lucha clandestina en el sindicalismo. «Los republicanos no tuvimos un país al que volver para contarlo», explicó en el Congreso de los Diputados el 28 de enero de 2005, al tiempo que visitaba anualmente centenares de colegios para dar charlas sobre la lucha antifascista. Marco estuvo en la Alemania nazi, sí, pero como integrante del contingente de trabajadores voluntarios que Franco envió a Hitler. Su falsa historia avergüenza a todos. Fin de la cita.

Fontseré y Marco fueron durante años los iconos de la memoria histórica que blande impúdicamente el nacionalismo revanchista. Impostores. Lo de Sijena no fue una impostura, fue un expolio que requiere una reparación.