Alfonso Ussía

La sonrisita taimada

El Rey acudió al «Camp Nou» con los oídos pitados. Sabía lo que iba a pasar y lo esperaba con dignidad. Cuando sonó el Himno español, Urkullu, que es más nacionalista que Mas y está mucho mejor educado que Mas, mantuvo las formas y el respeto. Pero el hortera crecido a la sombra de los Pujol, no pudo evitar la sonrisita. Le hizo gracia. Se sintió a gusto. ¿Y qué?

Hoy, lunes, se reúne el Comité Antiviolencia para analizar lo sucedido en el estadio separatista. La organización de la Final del Campeonato de España, Copa de S.M. El Rey, corresponde a la Real Federación Española de Fútbol, presidida por el vicepresidente de Blatter en la FIFA, Ángel María Villar. ¿Se sancionará a la Federación, al Barcelona o al Athletic? Los groseros se disputaron el protagonismo, y los insultos a España, sus instituciones y sus símbolos se los repartieron equitativamente las aficiones de los dos clubes contendientes. Clausurar por unos meses el «Camp Nou» supondría una grave injusticia si no se hiciera lo mismo con San Mamés. La Federación propiedad de Villar ha tenido cuarenta días para intentar evitar el espectáculo zafio y grotesco del sábado noche, y no ha hecho absolutamente nada. Se le veía a Villar disgustado con la astracanada separatista, pero su preocupación no estaba en los graderíos del «Camp Nou» sino en su porvenir en la FIFA. O ha sido un vicepresidente poco dado a enterarse de lo que sucede en su asociación vicepresidida, o está en la mermelada. Así, que ya me dirán los del Comité Antiviolencia qué se disponen a analizar, discutir y sancionar.

Pero lo más indignante fue la sonrisita del máximo representante del Estado y del Rey en Cataluña, el tendero crecido a la sombra de la familia presumiblemente más corrupta y mejor tratada de España. Al Rey, como a todos, le gustan los aplausos y el respeto, pero una zafiedad multitudinaria tan anunciada, en el fondo y en la forma, le importa un rábano. Llevaba cuarenta días asumiendo la vulgaridad conjunta de odio, sudor y mala leche. Y por los documentos gráficos no parece reparar en la sonrisita del tendero cuando sonaba el Himno. Entregó su Copa a quienes la conquistaron, y aquí paz y después gloria.

Los dirigentes políticos, además de su gestión, son los responsables de la mala educación de sus gobernados. Tarradellas, de «Esquerra Republicana», jamás habría tolerado una grosería contra el Conde de Barcelona, como la que el sábado se culminó en el «Camp Nou». Cuando el cabeza de familia de la ídem presumiblemente más corrupta y mejor tratada de España le entregó al tendero los trastos de su partido, Convergencia Democrática de Cataluña contaba con el apoyo de una mayoría abrumadora entre los votantes catalanes. En la actualidad es un partido agonizante que no se sostiene. Estoy seguro de que esa reflexión no fue el motivo de la sonrisita del subordinado de los Pujol.

El Rey aguanta los pitos, los abucheos, los insultos y los desafectos porque es el Rey. Otra cosa es que los españoles lo aceptemos. Ayer, una vez más, centenares de miles de españoles repartidos por todas las provincias y que nada tienen que ver con el separatismo catalán se preguntarían las razones de su «barcelonismo». –No confunda usted deporte y política–, comentarán los necios. No los confundo. Están ahí, confundidos desde Cataluña, mezclados, inmersos el uno en la otra. Parecen ignorar los dirigentes del F.C. Barcelona la hondura de su desprecio hacia sus aficionados no catalanes. No obstante, los necios pueden ser leales y algunos se mantendrán en su contradicción.

Hay que pasar por encima de la grosería programada de una masa dirigida. Dirigida, entre otros, por el tendero de la sonrisita. Esa tienda no vende buenos productos.