Alfonso Ussía

Piojos

La Razón
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Quince años atrás, una concejala batasuna de San Sebastián propuso eliminar de su ciudad todo vestigio que pudiera recordar a la Corona. Una burra. Le escribí en ABC recomendándole que dada su afinidad con la ETA, les solicitara a los terroristas una considerable cantidad de Goma-Dos, porque su propuesta sólo podría llevarse a cabo mediante la destrucción total de la bellísima urbe. En Ondarreta, las calles del Infante Don Juan, Don Jaime, María Cristina y Beatriz, además de la del Príncipe de Asturias y el monumento a la Reina Regente, Doña María Cristina. También el Real Club de Tenis. Sobre la frontera entre playas en el Pico del Loro, el Palacio Real de Miramar, con sus caballerizas que alcanzaban hasta el altozano del barrio del Antiguo. El Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina. El Puente de la misma Reina sobre el Urumea agónico. El Real Club Náutico, la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, y la Real Sociedad de San Sebastián, a la que todo donostiarra llama con orgullo «La Real». Y con ellas, todas las villas que construyó la nobleza madrileña para convertir San Sebastián en una de las ciudades más medidas y estéticas de España. No se atrevió la burra y se olvidó de su propuesta.

En Barcelona, la culta Barcelona, la antigua, tolerante y abierta Barcelona, «Esquerra Republicana» desea hacer lo mismo. Allí abundan los Reales Club y el paso de los tiempos de presencia y lealtad a la Corona. Leo que los principales objetivos de esta gente, de estos piojos de la Historia, es la retirada de cuadros, fotografías y símbolos representativos del Rey y su familia, y almacenarlos en una nave propiedad del ayuntamiento de Ada Colau. Y también cambiar el nombre de las calles con referencias de la Familia Real. Estos dinamiteros de la Historia y del arte –tienen ejemplo no muy lejano en el Estado Islámico que tanto defienden– desean empezar su labor de demolición histórica borrando el nombre de la Plaza de Juan Carlos I o el Paseo «Joan de Borbó». Lo primero se me antoja tan injusto como necio. Lo segundo, me afecta sentimentalmente en menor medida, porque no sé quién es «Joan de Borbó». Hay que ser cursi para traducir los apellidos. Un catalán apellidado Conejo, no puede pasar a llamarse Cunill de la noche a la mañana. Se dan lógicas piruetas en la Historia. Don Juan De Borbón llevaba como segundo apellido el de Battenberg, El Monte Batten, de origen alemán establecido en la Familia Real inglesa. Con motivo de la Gran Guerra de 1914, algunos Battenberg ingleses tradujeron el apellido Battenberg por Mountbatten, que quiere decir lo mismo. Un motivo especial.

He acompañado en más de una ocasión, y visitado en muchas, a Don Juan De Borbón en Barcelona. Allí se operó de la retina por el doctor Alfredo Muiños y de la córnea por el doctor Joaquín Barraquer en la prestigiosa clínica de este último. Don Juan era un enamorado de Barcelona, y el Conde de Barcelona, título soberano del Rey de España. Don Juan, por indicación del Presidente Tarradellas, tuvo como último destino, durante muchos años, el Panteón Real de los Condes de Barcelona en Poblet, hasta que su hijo, el Rey, le informó que dadas las especiales circunstancias de su vida, Rey de Derecho y no de hecho, y guardián de la dignidad de la Corona durante un exilio de 40 años, su lugar lo tenía reservado en el Panteón de los Reyes del Monasterio del Escorial. «Juan III, Conde de Barcelona».

Las visitas de Don Juan a Barcelona fueron constantes. Intentó impulsar una presencia activa y permanente de un miembro de la Familia Real en la Ciudad Condal. Y mantuvo unas formidables relaciones con su compañero de destierro, el Presidente Tarradellas, y muy cordiales con Jordi Pujol, no así con su esposa, Marta Ferrusola, a la que consideraba «un alacrán».

Si estos piojos van a borrar el nombre del Rey Don Juan Carlos I –me figuro que también el Hotel con el mismo nombre y el Princesa Sofía–, cometerán una grave injusticia. El gran impulsor, con toda España detrás, de la Olimpiada de Barcelona fue el Rey. Pero si quieren eliminar el Paseo «Joan de Borbó», que lo hagan sin problema. «Joan de Borbó» no ha existido nunca. Es un invento. Una cursilería histórica. Difícil, de cualquier manera, eliminar los vestigios de la Corona de España en Barcelona, allí donde el Conde de Barcelona lo es precisamente, por ser el Rey de España.

Piojos.