
Naturaleza
Cascada urbana de 30 metros, laurisilva en Azuaje y el paisaje perfecto para visitar este otoño
El paseo más fotografiado discurre por dos calles peatonales que juegan con la pendiente del terreno y la convierten en un espectáculo urbano

Pequeña en el mapa y enorme en personalidad, Firgas asoma en el norte de Gran Canaria como un pueblo que seduce, sin más. Tiene algo más de quince kilómetros cuadrados y a unos 465 metros de altitud, pero esta villa se ha ganado el sobrenombre de “Balcón del Atlántico” por las panorámicas que ofrece sobre la costa norte. A media hora de Las Palmas de Gran Canaria, es una escapada cercana ideal para visitar este otoño porque combina paisaje, patrimonio y una cultura del agua que lo impregna todo.
Andar por su casco histórico es una inmersión en la cultura del Archipiélago. La Plaza de San Roque concentra la vida diaria, con su iglesia parroquial, levantada sobre los restos de una antigua ermita; y con el monumento a San Juan de Ortega, primer patrón del municipio. A pocos pasos aparece la Casa de la Cultura, que en otro tiempo fue hotel y hoy alberga la Biblioteca Pública y espacios expositivos. También llama la atención el Ayuntamiento, una casona de estilo neocanario levantada en la primera mitad del siglo pasado que conserva la sobriedad y la elegancia de la arquitectura tradicional.
El paseo más fotografiado de Firgas discurre por dos calles peatonales que juegan con la pendiente del terreno y la convierten en un espectáculo urbano. El Paseo de Gran Canaria y el Paseo de Canarias articulan una cascada de treinta metros que desciende entre escaleras de piedra, bancos de azulejo y escudos heráldicos de los municipios del Archipiélago. El rumor del agua acompaña la visita y explica por qué la villa ha hecho de este elemento su seña de identidad.
La presencia del agua no es solo estética. En los alrededores, el Barranco de Azuaje conserva uno de los rincones de laurisilva mejor preservados del norte insular y ofrece senderos sombríos, pequeños saltos y viejas ruinas termales que recuerdan el antiguo uso terapéutico de la zona. La tradición hidráulica también se mantiene viva en el Molino de Firgas o del Conde, movido por agua y documentado desde el siglo XVI, que sigue elaborando gofio y reivindica un oficio con siglos de historia. Esa relación con los manantiales se embotella desde hace décadas y da fama comercial al municipio gracias a sus aguas minerales, muy presentes en la mesa local.
La gastronomía acompaña la experiencia con el carácter contundente que pide el interior de la isla. Los guisos, los potajes y las carnes a la brasa se imponen en la carta de muchas casas de comida. Entre las paradas con sabor local figuran El Rincón de Marcos en la Carretera Las Madres 54, de cocina casera y platos de cuchara; Grill Asadero Las Brasas en la Avenida La Cruz 36, con parrilladas generosas y una terraza que invita a alargar la sobremesa; e Irejul en la Calle Gardenia 16 en La Caldera, que propone una lectura actual de los sabores de siempre con una presentación cuidada.
Cómo llegar a Firgas
En coche, la ruta habitual enlaza la GC-3 con la GC-2 y, desde la costa, asciende por la GC-20 hasta el casco urbano. El trayecto ronda los treinta minutos y, a medida que el vehículo gana altura, el paisaje de laderas y barrancos anticipa el carácter del municipio. También existen conexiones regulares de guaguas (autobuses) desde la capital, una alternativa cómoda para quienes prefieren dejar el volante.
Conviene elegir la mañana si se busca una visita tranquila y un buen juego de luces para la fotografía. El casco se recorre a pie y es óptimo utilizar calzado cómodo como aliado. Si el tiempo se vuelve caprichoso, siempre queda la opción de refugiarse en la Casa de la Cultura, curiosear en las tiendas del centro y entrar en calor con un gofio escaldado o una sopa de berros.
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