Pedro Narváez

Podemos venezolea

La Razón
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Pablo Iglesias guarda eso que se llama cadáveres en el armario, no se entiende de otra manera que sienta simpatía por Alfon, un delincuente que llevaba explosivos como para mandar al averno a quien se le pusiera por delante, o para asar una vaca si permiten la interferencia con la frase antológica del conseguidor de los ERE, y no por las mujeres de los opositores venezolanos, señoras pacíficas que sólo quieren hablar de la anómala situación de sus maridos, con los que no pueden discutir o aburrirse a la hora del telediario en la rutina atroz de las democracias. Lo normal. Maduro manda callar. En los informes de algunos dirigentes de Podemos se instaba a la detención de esos «terroristas» enemigos del pueblo. Fueron bien pagados. Venezuela es el cliente y el cliente siempre tiene la razón. Descubierta la mentira griega y el desastre del tándem Syriza-Podemos, a Iglesias le preocupa ahora que otro bastión revolucionario tire de la manta y exhiba sus vergüenzas como un monstruo en una barraca de feria de las que ya no quedan más que en esa serie tremendista de Jessica Lange. Cuando dijo que estaba en la misma trinchera que Francisco, aprovechaba la ola de la buena imagen del Papa. Surfeando en la mentira. No hay un gramo de compasión, pero sí muchos kilos de secretos que pueden ir descubriéndose ácidamente como caramelos de limón. Pedro Sánchez debería buscar un plan B. Los dragones de Podemos van a achicharrar el A. Al menos que pierda dignamente.