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Literatura

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Aquel pedófilo mayo del 68

El recientemente publicado libro de Vanessa Springora, en el que describe su relación con el autor Gabriel Matzneff cuando ella era una adolescente, ha tenido consecuencias judiciales, políticas y editoriales, y ha propiciado una revisión de conciencia colectiva sobre la permisividad entre los intelectuales galos

Retrato del escritor francés Gabriel Matzneff. ©Julien Falsimagne / AFP / ContactoPhoto
Retrato del escritor francés Gabriel Matzneff. ©Julien Falsimagne / AFP / ContactoPhotoJulien Falsimagne / AFP / ContacJulien Falsimagne / AFP / Contac

«Una vez que has poseído a un chico de 13 años o a una chica de 15, todo lo demás te parece insulso». Con estas palabras explicaba en 1974 el escritor Gabriel Matzneff en «Los menores de 16 años» sus preferencias sexuales por menores. No lo hacía a escondidas, ni mucho menos. Acudía a programas de televisión en los que presentadores y público se divertían a carcajada limpia con sus correrías. Matzneff publicó numerosos libros haciendo elogio de la pedofilia con el respaldo de buena parte del mundo editorial parisino y la estima de amigos suyos de la talla de Mitterrand o Chirac. Eran los 70, 80 y principios de los 90 cuando los intelectuales franceses estaban por encima del bien y del mal. Buena parte de ellos se erigían como la herencia progresista de mayo del 68. Las pocas voces que en ese momento pusieron el grito en el cielo acabaron siendo ridiculizadas y en ocasiones boicoteadas.

Eso le pasó a la escritora canadiense Denise Bombardier tras llamar «miserable» a Matzneff en el programa «Apostrophe» en 1990, el espacio literario emblema de la televisión gala, en el que el resto de invitados y público reían las aventuras con menores del escritor. «No comprendo cómo Francia puede aceptar esa apología escrita, permanente, en nombre de la “literatura”. No comprendo cómo la “literatura”, entre comillas, puede justificar y aplaudir la pedofilia, la seducción y abuso de niños de diez a quince años. Me parece un comportamiento despreciable», dijo en directo Bombardier. Durante años quedó vetada de los círculos literarios parisinos en los que la llamaban «la malfollada»,según ella misma ha confesado.

Treinta años después, Francia se ha visto empujada a ventilar esa cara oscura de sus intelectuales a partir de un detonador: el libro recién publicado «Le consentement», testimonio de la relación que la autora, la editora Vanessa Springora, mantuvo con el intelectual Gabriel Matzneff cuando ella tenía 14 años y él superaba los 50. Springora relata que cayó enamorada del escritor, quien le aseguraba que sentía una necesidad «imperiosa» de estar con ella. «A los 14, no es normal que un hombre de 50 te espere a la salida de clase, ni encontrarte en su cama, con su pene en la boca», escribe en un crudo relato de lo que por entonces no escandalizaba a casi nadie y que la autora llama por su nombre: pederastia.

Fenómeno editorial

Publicada por Grasset el 2 de enero, la obra se ha convertido en el fenómeno editorial que marca la rentrée literaria 2020 en Francia. La primera edición se ha agotado en una semana y la segunda debería alcanzar los 65.000 ejemplares. Sus consecuencias no tienen precedentes. La publicación ha provocado la apertura de una investigación por violación a una menor. Además, el ministro de Cultura, Franck Riester, ha afirmado que cancelará la ayuda económica que el Estado francés concede a viejos escritores con problemas económicos.

Por su parte, la editorial Gallimard anuncia que dejará de comercializar los diarios de Matzneff, una decisión sin precedentes. Pero además de las consecuencias judiciales, políticas y editoriales, la aparición del texto ha provocado un auténtico huracán a modo de examen de conciencia colectivo sobre la permisividad con estos casos en los círculos intelectuales del país durante varias décadas. Y Matzneff no era el único. Francia abre una caja de pandora heredada del 68. La de un tiempo en el que muchos sectores, especialmente progresistas, simpatizaban con la pedofilia como causa moderna o cuasi-revolucionaria. Incluso intelectuales de talla máxima como Jean Paul Sartre o Louis Aragon llegaron a firmar tribunas en favor de la despenalización del sexo con menores.

Los instructores del caso Matzneff buscan también rastros y copias de la página web que tenía el autor y donde se llegaron a publicar fotos y confesiones de pedófilo, con un alcance judicial difícil a determinar, ya que varias pruebas pueden haber prescrito. Y no solo lo investigan a él. La complicidad dentro de los círculos literarios determinó toda esta época. La justicia sigue la pista de varios viajes con fines de turismo sexual con menores de Matzneff a lugares como Tailandia o Filipinas en compañía de su buen amigo el también escritor Christian Giudicelli. Tampoco en esto fueron los únicos. El ex ministro de Cultura francés, Fréderic Mitterrand, sobrino del ex presidente, no dudó en publicar un libro en el que detallaba sus viajes a Pattaya (Tailandia) para tener sexo con menores.

Aunque estos casos son los más destacados, la Prensa gala ha sacado estos días de la hemeroteca otros tantos sobre los que pesan varias sombras. En 1975, Daniel Cohn-Bendit escribía en «El gran bazar»: «En varias ocasiones me ha pasado que niños me bajen la bragueta y me hagan cosquillas. He reaccionado de forma diferente según las circunstancias, pero su deseo me planteaba un problema». Incluso el escándalo Matzneff podría tener una dimensión insospechada para muchos de los textos de Michel Houellebecq, en los que se pone bajo sospecha cierto carácter autobiográfico.

«Puñalada en el corazón»

Por aquellos años, Matzneff fue un colaborador destacado del diario «Le Monde», desde donde ganó una cierta celebridad. Era uno de los rostros habituales de las recepciones del Elíseo a partir de su amistad con Mitterrand. Años más tarde, en 1995, Jacques Chirac concedió al mismo Matzneff la condecoración de oficial de honor de las artes y las letras. El poder político de derecha y de izquierda estuvo durante décadas asociado a su figura.

Vaticinando el escándalo que el libro de Springora iba a desatar, el propio Matzneff envió una tribuna al diario «L’Express» el mismo día que salió a la venta. Lejos de entonar el mea culpa, calificó la situación de «puñalada en el corazón» señalando que la editora solo «intenta hacer de mí un pervertido, un manipulador, un depredador, un cerdo. Es un libro que busca precipitarme en el caldero maldito al que han sido lanzados estos últimos tiempos el fotógrafo Hamilton, los cineastas Woody Allen y Roman Polanski».

Por su parte, escritores e intelectuales comienzan a reaccionar de manera muy crítica contra la élite de Saint-Germain-des-Prés, el barrio literario parisino en cuyos cafés y restaurantes Matzneff encontró sus principales aliados y cómplices. Pero Matzneff ahora tampoco se ha quedado solo. No faltan autores o periodistas, como la antigua crítica literaria de «Le Monde», Josyane Savigneau, que han vuelto a defender a Matzneff contra lo que consideran una nueva «caza de brujas».