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Historia

La Navidad que detuvo la Primera Guerra Mundial: la historia de una célebre tregua que cumple 111 años

Soldados de las Potencias Centrales y de los Aliados sellarían temporalmente la paz en la Nochebuena de 1914

Soldados alemanes y británicos se acercan para charlar durante la Tregua de Navidad de 1914
Soldados alemanes y británicos se acercan para charlar durante la Tregua de Navidad de 1914Imperial War Museums

Desde el inicio de su celebración, la Navidad siempre ha sido considerada como una festividad creada con el objetivo de unir. Familias, amigos e incluso desconocidos; todos se reúnen bajo un mismo techo para disfrutar de la buena comida, la música y la compañía.

Esta capacidad de congregar a pesar de las diferencias ha sido capaz de obrar verdaderos milagros a través de los años. Un ejemplo de ello fue en el año 1914, durante los primeros meses de la Primera Guerra Mundial. Durante las batallas del Frente Occidental, originadas tras la invasión alemana de Bélgica y Luxemburgo, se dio una situación sin precedentes, mostrando que seguimos siendo humanos incluso en los momentos más cruciales.

Un acercamiento improvisado

En la década de 1960, la BBC recogió los testimonios de algunos de los hombres que protagonizaron uno de los episodios más singulares del conflicto: la Tregua de Navidad de 1914. Entre ellos estaba Graham Williams, fusilero de la 5.ª Brigada de Fusileros de Londres, que en la Nochebuena de aquel año vigilaba las trincheras alemanas tras meses de violencia ininterrumpida. En medio de ese escenario devastado, ocurrió algo completamente inesperado.

Williams recordó cómo, de pronto, aparecieron luces en las trincheras enemigas y comenzaron a escucharse villancicos alemanes, entre ellos 'Stille Nacht'. Las canciones cruzaron la tierra de nadie y despertaron a los soldados británicos, que respondieron con aplausos y con su propio canto. Durante unos minutos, la música superó la barrera del idioma y devolvió a ambos bandos una sensación olvidada de humanidad compartida.

Una Navidad única e irrepetible

La llamada Tregua de Navidad no fue un acontecimiento único ni organizado, sino una suma de iniciativas espontáneas que surgieron en distintos puntos del Frente Occidental. En algunos lugares duró apenas unas horas; en otros se prolongó hasta el día de San Esteban o incluso hasta Año Nuevo, mientras que en amplias zonas no se produjo en absoluto. De hecho, el propio día de Navidad de 1914 murieron en combate decenas de soldados británicos, lo que subraya el carácter parcial y frágil de aquellos altos el fuego.

Cerca de Armentières, en el norte de Francia, el entonces oficial subalterno Scott Shepherd vivió cómo la tregua nació casi por casualidad. Una espesa niebla permitió a ambos bandos salir de las trincheras para repararlas sin exponerse al fuego enemigo. Cuando la niebla se disipó de forma repentina, soldados británicos y alemanes quedaron a la vista unos de otros, realizando las mismas tareas. Tras unos instantes de vacilación, algunos avanzaron, se estrecharon la mano e intercambiaron cigarrillos: la guerra se detuvo, aunque solo fuera por un momento.

El general Walter Congreve describió aquella jornada como una "situación extraordinaria". Gracias a la cercanía de las posiciones, los soldados conversaron a gritos, caminaron juntos por la tierra de nadie y aprovecharon el alto el fuego para recoger y enterrar a los caídos en combate. Se compartieron alimentos, recuerdos de casa e incluso se improvisaron juegos, como el célebre partido de fútbol en el que, según el subteniente alemán Johannes Niemann, los sajones vencieron por tres goles a dos.

Nada parecido volvería a repetirse durante la guerra. Los mandos militares, alarmados por la confraternización, prohibieron expresamente cualquier contacto con el enemigo y ordenaron reanudar el fuego. Sin embargo, para quienes lo vivieron, la tregua dejó una huella profunda. Como señala el historiador Dan Snow, fue un destello de humanidad en una guerra dominada por máquinas y burocracias. Por unas horas, los soldados dejaron de verse como enemigos anónimos y se reconocieron como personas que compartían el mismo deseo de volver a casa.

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