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El Madrid se agarra a Vinicius para empatar contra el Levante (3-3)

El equipo de Ancelotti fue mejor en la primera parte gracias a Isco y sufrió un revolcón en la segunda. La salida del brasieño evitó la debacle

El brasileño Vinicius Jr. (i), del Real Madrid, celebra su segundo gol durante el partido de la segunda jornada de LaLiga que Levante UD y Real Madrid
El brasileño Vinicius Jr. (i), del Real Madrid, celebra su segundo gol durante el partido de la segunda jornada de LaLiga que Levante UD y Real MadridJuan Carlos CárdenasEFE

Ancelotti tenía un plan para el ataque: Hazard, Benzema y Bale. Ese fue el trío de ataque en el primer encuentro de LaLiga y fueron los tres de arriba contra el Levante en el segundo episodio del campeonato, Pero es que Vinicius no va a ceder ni un centímetro en su pelea. Zidane no sabía si le gustaba o es que le necesitaba. Y Ancelotti va a tener que cambiar los planes para hacerle un sitio. Bale hizo un gol, Hazard pasó como una sombra que ya hemos visto mucho tiempo y Vinicius, ay Vinicius, fue un fogonazo, la alegría de la juventud que pelea y el optimismo que cree en todo. Él empató dos veces un partido loco que se le escapaba al Madrid. El primero tanto lo marcó en una carrera habitual suya y un remate no tan habitual hasta hace poco; y el segundo, con un remate espectacular: puede que buscase el pase, pero lo que le salió fue un tanto que pocos pueden hacer. No tuvo tiempo para hacer otro, aunque sí que expulsó al guardameta rival. El Levante acabó con un jugador de campo como portero. Eso resume la locura de lo que se vivió.

Vinicius evitó el enfado morrocotudo de Ancelotti, algo que ya se vio antes de que el choque se volviera un sinsentido, a puñetazos y de poder a poder. Fue en el primer tiempo, cuando el Real Madrid tenía que haber ganado el duelo que luego fue perdiendo, empató, perdio y volvió a empatar, fue al final del primer tiempo, decíamos, cuando Isco tuvo un remate ya dentro del área, pero el andaluz, que dejó durante el partido sus mejores minutos en varios años, en vez de rematar a trallón, como se hacía de pequeños, con la puntera o el exterior fuerte, decidió intentar una vaselina, pese que Aitor Fernández, el portero del Levante, estaba en la línea de la portería y era imposible pasarlo por encima. El balón se marchó fuera y a Ancelotti, al verlo desde el banquillo, se le llevaban los demonios. No se lo podía creer. El Real Madrid tenía, en ese momento, el partido en la mano, con un gol a favor y con el rival, durante ese final del primer tiempo, más asustado que nunca y desesperado para que se llegase al descanso. O eso parecía. Quería, el entrenador italiano, que su equipo matara el partido.

Él entrenaba al Milan que perdió contra el Liverpool en aquella final histórica de la Copa de Europa. Sabe que los encuentros hay que cerrarlos y volver a cerrarlos aunque parezca que ya están hechos. Aunque estén ganados, perdidos, empatados de nuevo como el del Levante y vueltos a perder. El Madrid pasó por todos los estados de ánimo y sus síntomas se vieron durante los noventa minutos: tiene gol, y quizá a Isco y a un Vinicius con ganas de pelea y de dejar una huella definitiva, pero también comete muchos errores en defensa. Es mucho más frágil de lo que debería. Ancelotti, en su primera época, repitió mucho lo del equilibrio. Va a tener que repetirlo o los partidos del Madrid van a ser la locura que fue el encuentro de Valencia. Es como si dependiese todo del lado en el que va a caer la moneda.

Tenía la victoria y casi se queda sin puntuar sin poder evitarlo, superado por un rival que parecía otro y que descubrió las carencias del Real Madrid en atrás: Lucas Vázquez tuvo un día de espanto. Cuando está concentrado, las cosas le salen, pero se le escapan conceptos y hay días que no acierta en las decisiones que toma con rapidez. No estuvo bien en general, con errores en la salida del balón, pero estuvo peor en el primer gol, quedándose atrás en vez de salir al fuera de juego. Fue un error en escalada de toda la defensa del Real Madrid. Nacho salió al corte, como hace siempre, pero llegó tarde y a Militao se le nubló la mente. Es mejor cuando rectifica que cuando toma una decisión. No se había cumplido el primer minuto tras salir del descanso y el Levante empató el encuentro. No fue sólo un gol, fue un mazazo, un puñetazo que nubla la vista del rival y le deja descolado, preguntándose sin hallar respuesta por qué está allí y qué estaba haciendo.

Se lo olvidó todo al Real Madrid, con las buenas noticas que había dejado durante la primera mitad. Se olvidó cómo había asediado o había marcado a la primera o cómo Isco había mandado en el partido con una jerarquía que se creía perdida. Sería importante no olvidar esos minutos de Isco, porque ahora sí, son migas hacia la recuperación. Empezaba la jugada, pero sobre todo, se le veía muy suelto cerca del área rival, tocando la pelota de manera correcto, sin abusar. Alguna vez le pierde lo guapo que se ve frente al espejo, pero cuando está de dulce se le perdona. O no, porque Ancelotti, en cuanto el Madrid recibió el segundo gol, lo sentó en el banquillo, como hizo con Bale y con Hazard. Pero en esos cambios, sacó también a Vinicius. Así que, más o menos, acertó el entrenador italiano

El belga fue el que menos cosas dejó en el partido, alguna media vuelta, pero nada que ver con el del primer día. Es tal lo que se espera de él que se le juzga día a día. Y contra el Levante no sumó. Bale hizo lo suyo un gol y varios remates peligrosos, aunque luego desaparecer.

Quería Ancelotti hacer frente, con los cambios, a la intensidad que había planteado el rival tras el descanso y para la que el Real Madrid no encontraba remedio. Hasta se vio dudar a Alaba, un futbolista que es todo serenidad en el campo. El austriaco no estuvo acertado en el tercer gol que recibió el equipo y que, esta vez sí, parecía inclinar el partido para el esfuerzo local.

Pero hizo tres tantos el Levante al Real Madrid y no ganó el partido. No se va a ver en otra sí. Estaba por allí Vinicius: quiere fiesta el brasileño.