Nuevo Gobierno
Nadia Calviño, la ortodoxa económica con el Banco Europeo de Inversiones en el horizonte
La vicepresidenta económica estará dos meses con un ojo en Madrid y otro en Luxemburgo
Al final salió cara y la cruz tendrá que esperar. De momento. La cara es la de vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Comercio. La cruz, la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). En ambos reversos se refleja la efigie de Nadia Calviño, que afronta una nueva legislatura con el cartel de interina en el pecho. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le ha otorgado de nuevo las riendas de la política económica, una decisión que no oculta el alto grado de provisionalidad que conlleva en el corto plazo, ya que el próximo 8 de diciembre espera saber ya si debe hacer las maletas para trasladarse a Luxemburgo a presidir el BEI o se queda en Madrid.
Sánchez sigue creyendo a pies juntillas en la ortodoxia que Calviño siempre ha antepuesto a los vaivenes políticos, pese a que algunos deslices ha tenido ante la presión ejercida a su izquierda por Yolanda Díaz.
La economista de La Coruña tendrá que hacer frente a un escenario geopolítico incierto y complicado; una presión inflacionaria que se resite a ceder y que mantiene las economías familiares contra las cuerdas; unos tipos de interés al alza que siguen sin alcanzar techo; la vuelta a las reglas fiscales europeas tras el empacho de gasto fácil pandémico, que debe colocar el déficit en el 3% y la deuda en torno al 106% –según lo presentado en el Plan Presupuestario presentado a la Comisión Europea–, objetivo complicado si se confirma el parón económico que ya asoma en el horizonte y que complica ese objetivo de crecimiento del PIB del 2% el próximo año, la creación de 700.000 empleos y un aumento de la recaudación fiscal del 7,5%.
Su papel internacional puede ayudar a suavizar los ajustes exigidos desde Bruselas, pero sólo si se mantiene al frente del aparato económico. Aunque dejará marcado el camino, su relevo no garantiza el mismo rumbo. Pero, de momento, seguirá fiel a lo hecho en los últimos cuatro años, marcados por el grifo abierto del gasto y por su restringida capacidad de negociación. Le esperan dos meses en los que tendrá un ojo aquí y otro en Luxemburgo.
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