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Editoriales

España reclama mesura y centralidad

La retirada de Iglesias abre una vía a la normalización de la vida política española

Las elecciones en la comunidad de Madrid han supuesto el rechazo de la gran mayoría de la población, incluso, la que no ha votado al Partido Popular, a una manera frentista de entender la política, excluyente por principios de las razones del otro, e ideológicamente invasiva de las libertades individuales. Una política maniquea, de buenos y malos, nutrida de conflictos artificiales y polémicas sin fundamentos reales, cuyo máximo exponente ha sido el, todavía, líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias.

Se podrá argüir, y, en apariencia es cierto, que en la misma situación de caída se encuentra la formación naranja que preside Inés Arrimadas y que, sin embargo, ha mantenido un discurso muy alejado del neomarxismo populista de Iglesias, pero se obvia que el proceso de reagrupación del voto de centro derecha, que es el fenómeno que, realmente, ha laminado a Ciudadanos en Madrid, responde esencialmente al reflejo defensivo de una sociedad que reclama mesura y centralidad frente al extremismo de una parte de la izquierda. Así, sería un error desvincular los pésimos resultados obtenidos por el partido naranja de la maniobra de acercamiento a este PSOE, impulsada por su actual dirección, –que repite, aunque en dirección contraria, el yerro de su fundador, Albert Rivera, que le llevó a la retirada– como es un error pretender que la alianza de gobierno con los comunistas no ha influido en el mal comportamiento electoral de un socialismo, el que encarna Pedro Sánchez, que se dejó arrastrar por la pendiente de las descalificaciones y los espantajos de un peligro fascista que casi nadie era capaz, desde la realidad de su día a día, de percibir.

En este sentido, el abandono de la política activa por parte de Pablo Iglesias trasciende, y muy favorablemente, a la mera peripecia personal, por cuanto aleja del panorama ciudadano a un agitador de las más bajas pasiones, que surgió y se engrandeció sobre la ola de desgracia que supuso la crisis económica de 2008 para un amplio sector de la población. Tal vez, sin la constante estrategia de presión de Iglesias, que no ha respetado el contrato social y político no escrito pero vigente de la Transición, el PSOE encuentre el modo de retornar a sus orígenes y a los cauces de la institucionalidad, muy alejados de la dialéctica brocha gorda que ha caracterizado su campaña electoral madrileña.

Por diferentes razones, muchas, relacionadas con la catarsis que está viviendo la sociedad española con la pandemia del coronavirus, es preciso recuperar el equilibrio entre la ideología y las servidumbres de la gestión que impone, inevitablemente, la realidad. Es lo que demandan los ciudadanos y es lo que, al menos en Madrid, han premiado los electores. Una manera de entender la política que pone por encima de pulsiones ideológicas a las personas, sus necesidades e intereses.

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