Unión Europea

Las democracias parlamentarias no limitan los mandatos por ley como pide C’s

Se trata de un control político que establecen los países con sistemas presidencialistas

El vicesecretario general de Ciudadanos (C's), José Manuel Villegas, durante la rueda de prensa que ha ofrecido esta mañana para analizar la actualidad política.
El vicesecretario general de Ciudadanos (C's), José Manuel Villegas, durante la rueda de prensa que ha ofrecido esta mañana para analizar la actualidad política.larazon

Para explicar su longevidad política, el fallecido Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia, solía ironizar con que a quien más desgasta el poder es a quien no lo tiene.

Para explicar su longevidad política, el fallecido Giulio Andreotti, siete veces primer ministro de Italia, solía ironizar con que a quien más desgasta el poder es a quien no lo tiene. Y es que en el inestable contexto político italiano posterior a la II Guerra Mundial sólo vence quien demuestra mayor capacidad de resistencia. Ésta es la práctica común en las democracias parlamentarias europeas, cuyas constituciones no contemplan ningún tipo de limitación de los mandatos de sus primeros ministros porque los electores en las urnas y la propia dinámica política ya se encargan de enviar al banquillo a quienes pierden la confianza. Cosa bien distinta es que los líderes decidan retirarse voluntariamente por motivos personales o para dar paso a las nuevas generaciones.

La restricción de la permanencia en el poder de los mandatarios es más propia de los sistemas presidencialistas, como Estados Unidos o Francia, donde los presidentes concentran enormes competencias legislativas y ejecutivas que no dependen del control parlamentario. De ahí que los padres de la Constitución optaran por reducir sólo a dos mandatos la permanencia en el poder del jefe de Estado para evitar el surgimiento de presidentes vitalicios que ambicionen tentaciones autoritarias. Así, en 1947, el Congreso de Estados Unidos respaldó la XXII enmienda de su Carta Magna para limitar a dos mandatos (ocho años) el tiempo que un presidente puede permanecer en la Casa Blanca. Previamente, Franklin Delano Roosevelt había gobernado doce años: desde que ganó sus primeras elecciones en 1933 y hasta que murió en 1945.

En el caso francés, la V República inaugurada por el general Charles de Gaulle en 1958 otorga sustanciales competencias al jefe de Estado (nombrar primer ministro, disolver el Parlamento y convocar elecciones, entre otros), que, sin embargo, sólo puede ser reelegido para un segundo septenato en el Elíseo. Tras un referéndum en el año 2000, los siete años fueron reducidos a cinco para equipararlos con las legislaturas de la Asamblea Nacional y evitar las incómodas «cohabitaciones».

Asimismo, en otras repúblicas europeas parlamentarias, los presidentes sólo pueden presentarse una vez a la reelección. Su función suele ser meramente representativa y renuncian a su militancia política para ejercer sus obligaciones con imparcialidad. En otras palabras, como el alemán Joachim Gauck o el austriaco Alexander Van der Bellen, son una especie de conciencia moral del país. Es el caso de Austria (seis años de mandato), Alemania (cinco) o Italia (siete). Si bien en este último caso no existe una restricción constitucional, sólo Giorgio Napolitano optó en 2013 a un segundo periodo presidencial para no ahondar la inestabilidad política que atravesaba el país.

Por el contrario, en las democracias parlamentarias hemos asistido en las últimas décadas a mandatos prolongados de primeros ministros como el holandés Ruud Lubbers (1982-1994), la británica Margaret Thatcher (1979-1990), el alemán Helmut Kohl (1982-1998), el luxemburgués Jean-Claude Juncker (1995-2013) o Felipe González (1982-1996). A excepción de la Dama de Hierro, que fue víctima de una revuelta de su partido, los demás dejaron el poder tras perder en las urnas. Más trágico fue el final político del socialdemócrata Olof Palme, que fue asesinado en 1986 tras gobernar Suecia 125 meses.

Actualmente, la canciller Angela Merkel no es sólo la dirigente política más poderosa de Europa, sino que se ha convertido en la más longeva tras permanecer en el Gobierno once años consecutivos y aspirar a un cuarto mandato en las elecciones del próximo mes de septiembre. De ganar y permanecer en la Cancillería, la líder democristiana emularía en 2019 a Konrad Adenauer y, en caso de finalizar la legislatura, al propio Helmut Kohl, su padrino político, en 2022.