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José Luis Garci: «El cielo debe ser ver al Brasil de Pelé contra nuestra Roja»

José Luis Garci
José Luis Garcilarazon

El personaje de Conan Doyle vive una segunda juventud: el oscarizado José Luis Garci ha traído al detective londinense a las calles madrileñas, en «Holmes & Watson, Madrid Days». Se estrena en septiembre.

–¿Qué pintan Sherlock y Watson en el foro?
–Esas aventuras están en casi todos los lugares del mundo y creía que sería bonito que una de ellas transcurriera en Madrid. Hace una docena de años, paseando por la calle Génova con Torres Dulce –hoy Fiscal General del Estado, que pertenece al club Holmes de Londres–, pergeñamos traerlo aquí. Es un «choque», porque siempre está en el Imperio, en la era victoriana, ¿pero cómo vive en aquella España singular de Baroja, Galdós, Albéniz? Busqué un «Mcguffy» que es Jack el Destripador. Habrá una serie de crímenes, en los lavaderos de El Manzanares, que se parecen a los de Whitechapel.

–¿No le ha dotado de tecnología como en la protagonizada por Robert Downey Jr.?
–No. Pero tampoco he querido que vaya vestido con la gorrita por los dos lados y con el «macfarlan» ni que Watson sea gordito y con bigotito blanco.

–Como verá, no le pregunto por el ministro-actor con el que cuenta el reparto.
–Fui a ver a Gallardón cuando era alcalde de Madrid y quería que me dejara rodar en horas y lugares concretos. Le dejé el guión y, al leerlo, vio que había un personaje que era un familiar suyo: Isaac Albéniz. Me llamó para decirme que quería hacerlo él. Su comportamiento fue ejemplar: tuvo primero una prueba de vestuario y maquillaje, y el día del rodaje, estuvo 10 horas sin una queja, y se comportó maravillosamente con todo el mundo.

–Su trailer ha sido «trending topic».
–¿Ah sí? Yo no tengo internet, ni consulto wikipedia, ni tuiteo. No tengo móvil, ni automóvil, ni conduzco siquiera en los coches de choque de las verbenas.

–¿No tiene carné?
–Hace tanto calor y me preguntas con esa «voz de refresco», que podría decirte que sólo tengo «carné de gallina».

–Mucha gente de mi generación recuerda un memorable día en el que un tal Garci, dijo a la cámara: «Hoy, mucha gente, verá por primera vez ‘‘Ordet''».
–Era un lunes santo y fue una de las mayores audiencias que tuvo La 2 de TVE. Más de un millón de personas descubrió a Dreyer y fue un doble milagro: el de la mujer que vuelve a la vida y que esa joya la viera tanta gente... ¡Pero no me pongas voz de madrugada que me atoro!

–Eso le pasa por no recordarme cuando yo era becaria en Antena 3 Radio y usted una estrella.
–¡Eso es desde tu punto de vista! Es como cuando yo sentía inalcanzable a una estrella de Holly-wood y, al conocerla, se desmontaba el mito porque se convertía en alguien cercano.

–Hablando de mitos. ¿A quién elegiría para una cena?
–Si es mujer, a Barbara Stanwyck, y si fuera un hombre, depende del día: o a Bogart o a Cary Grant. Aunque si tuviera que seducir a alguien, invitaría a Naomi Watts o a Milla Jovovich, ¡tiene unos ojos!

–Cuando era joven decía que el cielo era poder ver al Madrid de Di Stéfano contra la selección húngara. ¿Ahora?
–Ver al Brasil de Pelé contra nuestra «Roja», estar con mujeres inalcanzables. Eso sí, sin romper la magia: si quedara con Rita Hay-word tendría que ser como en Gilda.

–De eso se quejaba: ella decía que los hombres se acostaban con Gilda y se levantaban con ella...
–¡Qué mayor placer! Debía ser como tomar un Martini seco con Linda Florentino.

–¿En «Jade»?
–Mejor en «La última seducción».

–¿Usted es el mismo que vemos detrás de sus películas, en sus programas o en sus libros?
–Sí: un cinéfilo y un mitómano. En un libro de entrevistas editado por Notorius, me hago una autoentrevista –no autorizada, claro– y ahí revelo parte de lo que dices.

–¡Como Truman Capote!
–(Risas) Él empezaba: «Soy homosexual, soy un genio, etc», pero es como una foto: no soy ni yo, ni el que tú quieres que sea.

–Me recuerda a Gonzalo Suárez: cine, boxeo, fútbol, periodismo, literatura.
–Recuerdo un día que rodábamos en Oviedo y cada equipo estaba en un punto distinto. Él llamó al ayudante de dirección y le dijo que yo fuera caminando en línea recta, él haría lo mismo. Cuando nos encontramos, ¡nos pegamos un grandísimo abrazo!

–Podría ser la secuencia de una de sus películas.
–Sumábamos muchas emociones: querernos, admirarnos y celebrar lo difícil que es rodar, además en la misma ciudad y con grandes profesionales.

–Hacer cine, a día de hoy, aun con un Oscar, ¿sigue siendo misión imposible?
–Por supuesto. Y más al viejo estilo. Si en lugar de haber nacido en el 44, nazco sólo 15 años después, ya no me hubiera dedicado a esto. Hubo un momento en que las películas eran una religión, había que creer lo que salía del proyector. Hoy el hecho social se ha perdido, porque se quedan en casa o lo roban de internet.

–¿Y alguna habilidad desconocida?
– Hago los mejores «dry martini». Son «como un cuchillo disuelto» que, al segundo, te dan ganas de ir a buscar a Moby Dick con el Capitán Ahab.

–A la vuelta: ¿continuará su programa?
–Sí, aunque le doy vueltas a hacer un programa doble: una peli en color y otra en blanco y negro. También me gustaría hacer «Silencio en la noche», para emitir una vez al mes joyas del cine mudo.

–Y antes de irse, ¿cómo cree que estará el país a su vuelta?
–No he ido a Harvard, ni sé de primas de riesgo, pero veo una intervención, ya. Las perspectivas no son buenas para Europa y para nosotros menos, con 17 autonomías que son 17 países.


Antes de irse a la playa a Garci le ha dado tiempo de dar una charla en El Escorial sobre Dickens y Stoker. Después se marchó con dos bañadores, unas gafas de sol, una gorra para pasear y dos libros: el de Gay Talese y «La caída del Imperio Romano».